La importancia de la cooperación financiera asiática

Mié, 08/31/2022 - 13:46 -- bacosta
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El 2 de julio de 1997, el baht tailandés se derrumbó. Tras una oleada de ataques especulativos, el gobierno se quedó sin reservas de divisa extranjera y ya no pudo mantener la fijación cambiaria respecto del dólar. Así pues, dejó flotar al baht, que entró en caída libre. Numerosas corporaciones tailandesas (financieras y no financieras) que estaban muy endeudadas en dólares se declararon en quiebra. Fue el comienzo de la crisis financiera asiática.

Imposibilitadas de mantener los pagos de la deuda externa, Tailandia, Indonesia y Corea del Sur pidieron ayuda al Fondo Monetario Internacional. Pero sus paquetes de rescate resultaban insuficientes, tardíos y atados a condiciones excesivas. Todo indicaba que lo mejor para Asia oriental sería salvarse por sí misma.

La región, por cierto, no carecía de recursos. Más allá de que algunos países (como Tailandia) tuvieran déficit de cuenta corriente, la posición externa general de Asia oriental era superavitaria. Fue así que en septiembre de 1997, Japón propuso agrupar las reservas de divisa extranjera de la región y usarlas para ir al rescate de los países en problemas. La promesa era que el «Fondo Monetario Asiático» que se crearía para manejar el nuevo instrumento iba a actuar más rápido y con condiciones menos estrictas que el FMI. Pero Estados Unidos y el FMI cuestionaron la iniciativa, y el FMA murió antes de nacer.

Sin embargo, los actores regionales no renunciaron a la cooperación. En mayo de 2000, los diez países integrantes del grupo ASEAN (Brunei, Camboya, las Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia y Vietnam) junto con China, Corea del Sur y Japón (el ASEAN+3) firmaron la Iniciativa de Chiang Mai (CMI, por la sigla en inglés), primer esquema de intercambio de divisas (swap) de la región.

La idea era que la CMI, al permitir a los países intercambiar sus monedas locales por dólares durante un tiempo prefijado, ayudaría a los deudores regionales a superar problemas de liquidez a corto plazo y de tal modo actuaría como complemento del FMI. Esto abrió una vía para cumplir la promesa del FMA: en 2009, la CMI se convirtió en Iniciativa de Multilateralización de Chiang Mai (CMIM), un esquema multilateral de agrupamiento de reservas por un total de 120 000 millones de dólares, que se amplió a 240 000 millones en 2014.

Otro hito se alcanzó en 2002, cuando el ASEAN+3 lanzó la Iniciativa de Mercados de Bonos Asiáticos (ABMI), con el objetivo de fortalecer la estabilidad financiera, reducir la vulnerabilidad a la inversión de flujos de capitales, mitigar el descalce de monedas y vencimientos y contrarrestar la «hiperbancarización». En marzo de 2022, el mercado de bonos en moneda local de Asia oriental valía23,5 billones de dólares.

En 2005, el Banco Asiático de Desarrollo hizo la propuesta de cooperación financiera regional más ambiciosa: crear una unidad de divisa asiática (ACU), una canasta de monedas del ASEAN+3 a la cual los países de la región pudieran anclar sus monedas, de modo tal de desalentar devaluaciones competitivas y permitir la flotación colectiva de esas monedas respecto del dólar. Se esperaba que esto permitiera un ajuste más rápido de los desequilibrios de cuenta corriente y promoviera el comercio regional y los flujos financieros.

Luego, sobre la base de la ACU, un grupo de economistas japoneses elaboró una idea complementaria: crear una unidad monetaria asiática (AMU), cuyo valor reflejara una media ponderada de las monedas de Asia oriental. Pero aunque estas propuestas fueron bien recibidas por el mundo académico asiático, que las consideró un primer paso posible hacia la creación de una moneda única regional, ni la ACU ni la AMU despertaron el interés de las autoridades.

Por desgracia, estos últimos años la cooperación financiera asiática ha ido perdiendo empuje, por una variedad de razones. En primer lugar, la necesidad de sostener la liquidez regional se ha vuelto menos urgente. La mayoría de los países del ASEAN+3 tienen superávit de cuenta corriente la mayor parte del tiempo, y cuando en 2008 se declaró la crisis financiera global, la región había acumulado unos 3,7 billones de dólares en reservas de divisa extranjera, más del séxtuplo respecto de los 542 000 millones que poseían en 1997.

En segundo lugar, a pesar del impresionante avance del mercado asiático de bonos en los últimos diez años, el desarrollo de mercados de bonos en moneda local obedece más a las necesidades financieras de cada país que a la cooperación financiera regional, y la emisión transfronteriza de bonos en moneda local es infrecuente. De hecho, la creación de una infraestructura para esa clase de operaciones sigue rezagada en comparación con el veloz desarrollo financiero de los diversos países por separado, y la emisión transfronteriza aún encuentra obstáculos como la falta de estandarización de las regulaciones, una insuficiente liquidez de los mercados y la ausencia de un sistema de compensación eficaz para los títulos.

En tercer lugar, desde la crisis financiera asiática, la mayoría de los países de Asia oriental adoptaron regímenes de flotación cambiaria administrada. Pero ninguno ató su moneda a una canasta de monedas regional basada en la ACU, sobre todo porque no quieren supeditar sus políticas cambiarias a la estabilización de los tipos de cambio intrarregionales.

En un sentido más general, una mayor cooperación económica y financiera es esencial para la prosperidad de Asia a largo plazo. Pero su búsqueda (incluida la posible formación de una Comunidad Económica del Este de Asia) es básicamente una cuestión política, no económica. Por la estrecha cercanía geográfica y la conectividad económica de los países de Asia oriental, es urgente que los gobiernos del ASEAN+3 vuelvan a poner en sus agendas el proyecto iniciado hace veinticinco años.

Tema de investigación: 
Integración y comercio