Las proyecciones del crecimiento global han disminuido desde el año pasado y el crecimiento podría verse menguado por debajo de su potencial, sin embargo, América Latina y el Caribe pueden crecer significativamente mediante la adopción de las reformas estructurales adecuadas. En este informe sostiene que si los países de la región llevan a cabo reformas ajustadas a su situación y a sus instituciones, los efectos positivos se reforzarían mutuamente y la región en su conjunto podría beneficiarse de un considerable aumento en su tasa de crecimiento.
De la misma forma, en este informe se considera probable que la región crezca a una tasa anual de sólo 3,9 por ciento durante los próximos cinco años, casi un punto porcentual por debajo de la tasa de 4,8 por ciento registrada antes de la gran recesión que comenzó en 2008. Se prevé que un menor crecimiento del comercio mundial y un descenso de los precios de los productos básicos disminuyan el consumo y las inversiones en América Latina y el Caribe. Cabe destacar, que según el autor, las dos áreas clave de reformas que tienen un considerable potencial para impactar positivamente la productividad y el crecimiento son la reforma del mercado de trabajo y las inversiones en infraestructura.
América Latina y el Caribe están pasando por un gran momento histórico en el contexto internacional, en el cual se presentan difíciles retos pero también una gama de oportunidades que la región debe de aprovechar para diseñar estrategias de desarrollo a largo plazo. Para conseguir capitalizar estas ventajas, derivadas de un buen manejo de la macroeconomía y resistencia a los efectos de la crisis, el Estado puede y debe jugar un papel fundamental a través de su accionar, con el diseño, elaboración y ejecución de programas que reduzcan la desigualdad y mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos.
El siguiente documento, es un esfuerzo por parte del Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con el fin de analizar el papel esencial que le cabe al Estado en el crecimiento económico y el desarrollo de los países de la región. El principal mensaje de este trabajo es que, para poder avanzar hacia sociedades más equitativas e incluyentes, no basta solo con las políticas sociales de los últimos años. El Estado tiene además que fortalecer la calidad y efectividad de las políticas monetaria y fiscal, así como promover activamente la educación, la inversión en infraestructura e innovación y el desarrollo productivo.
Con toda la incertidumbre económica mundial, sólo pocos países han podido combatir la adversidad y han conseguido ver algo de luz en medio de toda la penumbra mundial. Tal es el caso de América Latina, que ha presentado tasas de crecimiento favorables y sostenidas, lo cual lanza inmejorables perspectivas para la zona, sin embargo, como Nicolás Eyzaguirre advierte aun no es momento de sentirse cómodos, puesto que aun sigue habiendo ciertos riesgos.
Este crecimiento económico sostenido se debe en parte es gracias de China, y en general de la zona asiática, puesto que el buen crecimiento de estos países ha respaldado la demanda de los principales productos básicos que exporta América Latina. Por otro lado, otro factor muy importante ha sido que que las grandes economías han tomado algunas medidas de política importantes para respaldar el crecimiento y la estabilidad mundiales, como lo son tasas de interés a niveles ultrabajos y un decidido apuntalamiento de la demanda y el empleo.
En contra, el gran lastre para la zona son las incertidumbres mundiales. Entre las distintas medidas que toma Europa para resolver la crisis, la más o menos estable política fiscal estadounidense y las tensiones geopolíticas a nivel mundial; la fragilidad de los mercados financieros sigue siendo latente, sobre todo considerando que América Latina depende de los precios de las materias primas y la alta liquidez internacional.
Pero aunque este no es momento para preocuparse demasiado ni para poner en marcha políticas de estímulo prematuras, tampoco es momento para un optimismo excesivo ni para la autocomplacencia.