Luego de que la crisis financiera estadounidense de 2007/2008 mostrara sus efectos sobre Europa en 2010, no hay aún en 2013 recuperación económica a la vista, por el contrario, se observa que las desigualdades crecen al interior de la Unión, hecho que pone en cuestión todo el proceso europeo de integración.
La negativa de la Unión Europea (UE) a desarrollar unas verdaderas políticas comunes ha contribuido en buena medida a reforzar las “disparidades estructurales”, perjudiciales en el proceso de integración. Tal parece que los tratados fueron concebidos para servir a los intereses de las grandes empresas privadas, que aprovechan la desigualdad de las economías de la Unión para aumentar sus beneficios y reforzar su nivel de competitividad.
El endeudamiento de los países de la periferia de la Unión Europea se debe esencialmente al comportamiento del sector privado. Incapaces de competir con las economías más fuertes, los sectores privados se endeudaron con la banca del Centro de Europa (Alemania y Francia), financiarizando de esta manera su economía y alentando el consumo, burbujas especulativas y crecimiento de la deuda pública.
Para paliar sus problemas, los gobiernos de la periferia europea han recurrido a la “devaluación interna”: imponen la reducción salarial en beneficio de los dueños y directivos de las grandes empresas.