Las proyecciones del posible impacto de la crisis de Covid-19 en las economías de todo el mundo para el año 2020 varían mucho. Sin embargo, hay un amplio acuerdo en que la economía mundial se contraerá dada la repentina detención de grandes franjas de actividad y la consiguiente pérdida de ingresos en los sectores manufacturero y de servicios en los países más avanzados y en China, junto con los efectos adversos en los mercados financieros, el consumo (tanto por los efectos de los ingresos como de la riqueza), la confianza en la inversión, el comercio internacional y los precios de los productos básicos.
Para los gobiernos de los países avanzados, que ahora luchan por contener el impacto económico de la pandemia de Covid -19, el desafío se ve agravado por la persistente fragilidad que rodea a las posiciones financieras altamente especulativas, en particular, las cargas de deuda ya insostenibles asociadas a los préstamos corporativos altamente apalancados. Éstos se han ido acumulando a lo largo de la última década de dinero fácil y con un telón de fondo de "economías de alta tecnología y gran magnitud" muy poco reguladas y desigualdades de ingresos profundamente arraigadas. Además, la avalancha de créditos baratos que se ha producido desde 2008 también se ha extendido a los países en desarrollo, creando nuevas vulnerabilidades financieras y socavando la sostenibilidad de su deuda.
En los últimos días, las principales economías desarrolladas y China han anunciado una serie de planes de estímulo, sin precedentes tanto en escala como en alcance, para atenuar los crecientes daños económicos y responder a la crisis sanitaria. Además de las inyecciones financieras para mantener los balances de los bancos y las empresas en una situación relativamente estable, las medidas fundamentales para evitar las contracciones de la actividad económica incluyen el gasto público (en particular en atención de la salud), la ampliación de las prestaciones por desempleo y las transferencias de efectivo.
Los países en desarrollo se enfrentan a distintas presiones y limitaciones que les dificultan considerablemente la aplicación de un estímulo eficaz sin tener que hacer frente a restricciones cambiarias vinculantes. Y como esos países no emiten monedas de reserva internacionales, sólo pueden obtenerlas mediante exportaciones o ventas de sus reservas. Además, las propias exportaciones requieren importantes importaciones de equipo, bienes intermedios, conocimientos técnicos y servicios empresariales financieros. Por último, las turbulencias financieras de esta crisis ya han provocado fuertes devaluaciones monetarias en los países en desarrollo, lo que hace mucho más oneroso el servicio de sus deudas y el pago de las importaciones necesarias para su actividad industrial.