En su Asamblea General conjunta, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial pronosticaron una “generación perdida” con motivo de la crisis económica mundial. A su vez, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que la situación “arruinará la perspectiva de vida de muchas familias”.
Transcurridos dos años desde el comienzo de la crisis las explicaciones de lo ocurrido continúan hegemonizadas por un contrapunto entre neoliberales y keynesianos. Los economistas ortodoxos cuestionan la osadía de los banqueros, los desaciertos de los gobiernos y la irresponsabilidad de los deudores. Los heterodoxos objetan el descontrol oficial, la tolerancia de la especulación y la ausencia de regulaciones financieras. Frente a esta argumentación comienza a ganar espacio otra interpretación de raíz marxista, que atribuye la convulsión a desequilibrios intrínsecos del capitalismo.
Las modas son así. Acaparan toda la actualidad, a la espera de que otro asunto las relegue. Y ahora es el turno del conflicto cambiario alumbrado en las últimas semanas. Ahora bien, ¿qué hay de cierto, y qué de exageración, en la batalla de las monedas?