América Latina en el Laberinto de la Deuda

1. Introducción

El análisis de los movimientos expansivos y contractivos en la metrópoli afectan directamente a los países periféricos, por medio de la emisión de masa monetaria, la inversión extranjera directa -IED-, la desregulación de los mercados entre otras dinámicas que ejemplifican el movimiento expansivo que tiene como fin la realización y valorización de capital ficticio permanente en el tiempo y amplificando por medio del movimiento contractivo que se basa entre otros por el aumento de la tasa de interés en los Estados Unidos como fuente de concentración y acumulación del capital ficticio realizado y valorizado en la periferia acompañado por políticas proteccionistas de corte acumulativo y procesos altamente austeritarios.

Esta comparación entre dos momentos expansivos y contractivos del sistema imperialista financiero nos lleva a identificar el proceso de mantenimiento de un sistema que vive de procesos de opresión, explotación y despojo que son transversales a los dos momentos pero que son acrecentados en el movimiento contractivo generando crisis económicas, que configuran guerras económicas y/o doctrinas de choque, en la periferia por medio de la manipulación del mercado internacional por parte de Estados Unidos.

El análisis de los diferentes contextos permitirá identificar los lazos de sujeción del imperialismo del siglo XXI en Nuestra América y comprender a groso modo los procesos que identifican todo un ciclo y/u onda tras la década de los 70 del siglo XX.

2. El nuevo régimen de acumulación, su incidencia en la dinámica periferia-metrópoli y la década perdida en América Latina.

América Latina actualmente afronta una crisis económica de magnitudes considerables que rememoran algunas características de las décadas de los 70 y 80 del siglo XX, época popularizada como la década perdida en América Latina.

La década de los 70 evidenció un aumento exponencial de los precios del petróleo (precios para el año 2015) pasando de aproximadamente 18 dólares el barril a principio de la década de los 70 a aproximadamente 100 dólares a finales de le misma, es decir un incremento de más del 500% en menos de 10 años, para luego desplomarse en la década de los 80 y fluctuar en la franja de 20 a 40 dólares.
Este aumento exponencial del precio del petróleo a principios de la década de los 70 responde a la puesta en marcha de la Nueva Política Económica en Estados Unidos [1] que tenía como base la inconvertibilidad del dólar, el aumento de los aranceles y el apalancamiento de la industria nacional, entre otras dinámicas de corte proteccionista acumulativa. Esta Nueva Política Económica se debió al aumento de la productividad de países como Francia, Alemania y Japón los cuales disputaban el poder hegemónico de los Estados Unidos y a la exigencia de la convertibilidad en oro de las grandes masas de dólares que poseían estos países.

“(...) en agosto de 1971 Nixon promulgo su “nueva política económica”, suspendiendo la convertibilidad de los dólares en oro e imponiendo un recargo de 10 por ciento a las importaciones, al tiempo que, no por casualidad, introducía nuevos estímulos presupuestarios bajo la forma de mayores deducciones fiscales a la inversión, la derogación del impuesto de apalancamiento de automóviles y camiones y deducciones en el impuesto sobre la renta” (Brenner, 2013, pág. 349)

Estados Unidos comprendió en la década de los 70 que la hegemonía productiva no podía seguir siendo sostenida debido a los limites propios del sistema y sus contradicciones intrínsecas -sobreexplotación y sobreacumulación- acompasado por la competencia cada vez más cercana de algunos países europeos y asiáticos que disputaban su poder hegemónico por medio de la competencia Inter-imperialista, con lo que se produjo un cambio en la esfera de dominación, donde Estados Unidos trasfirió el control hegemónico desde el poderío productivo hacia el control del mercado de conjunto por medio del señoreaje monetario y la financiarización como prorroga de la barrera inmanente propia del sistema capitalista.

Por otro lado, la masa en dólares había superado el respaldo en oro pactado en el Acuerdo de Bretton Woods donde “[...] en 1971 las reservas estadounidense de oro representaba menos de la cuarta parte de sus deudas oficiales” (Brenner, 2013, pág. 348), manifestación clara de la emisión de masa monetaria sin control ni corresponsabilidad con el anclaje material tras la década de los 60 y 70 del siglo XX.

Esta nueva política económica ocasionó un aumento de la masa monetaria en el mercado internacional debido a que los países con grandes masas de dólares los redirigieron al mercado internacional debido a la manifestación unilateral de los E.E.U.U. de la inconvertibilidad del mismo propiciando el aumento de los precios de las materias primas, y en particular del petróleo, arrojando la configuración de los llamados petrodólares y eurodólares en la década de los 70.

Como manifiesta Celso Furtado sobre la década perdida: “Sin la superabundancia de liquidez internacional, sin el ansia de los bancos comerciales de sacar provecho de ella y sin el empeño de los países industrializados importadores de petróleo de aumentar sus exportaciones, no se habría formado el engranaje infernal que produjo ese endeudamiento. Las presiones inflacionarias y las acciones defensivas que produjeron las brutales elevaciones de las tasas de interés en los Estados Unidos, a finales de la década de 1970, profundizaron el proceso. Las consecuencias están ahí: países pobres transformados en exportadores de recursos reales para los ricos, fuerte baja en la tasa de inversión real en las naciones endeudadas y reducción sustancial de las importaciones de esas mismas naciones (…)” (1990, pág. 29)

La década perdida se basó, en un primer momento, a principios y mediados de la década de los 70, en la exportación de los llamados Petrodólares y Eurodólares hacia América Latina, estas grandes masas de dólares fueron colocadas en nuestra región por medio de la deuda pública y la inversión extranjera directa.

La colocación de esta gran masa de dólares responde a la necesidad de la realización y materialización de este capital ficticio que no responde a una realidad material, sino que se convierte en capital por medio del control hegemónico del dólar en las transacciones del mercado internacional.

El segundo momento es caracterizado por el desplome internacional de los precios del petróleo a principios de la década de los 80 que ocasionó una alta tasa de recesión económica a nivel mundial, dando paso a la reducción de la demanda de mercancías y arrojando a América Latina a escenarios de estancamiento económico, devaluación de las monedas locales con relación al dólar, apreciación de la deuda pública, altas tasas de inflación, fuga de capitales, entre otras dinámicas.

Este desplome de los precios del barril de petróleo y la crisis en América Latina está claramente ligada con el aumento unilateral de las tasas de interés en Estados Unidos en el año 1979 política denominada como el Giro Volcker, ocasionando una transferencia de capital desde las periferias y más concretamente desde América Latina hacia los Estados Unidos (como se puede observar en la siguiente gráfica) a causa de una mayor tasa de ganancia propiciada por el sistema financiero estadounidense y sus altas tasas de interés.

Como se evidencia en la gráfica no. 1 se produjo a partir de la década de los 80 y hasta principios de los 90 un deterioro de las condiciones internacionales de intercambio para América Latina conllevando a que algunos países vivieran devaluaciones catastróficas de hasta tres y cuatro dígitos, implicando como reflejo el aumento de la deuda pública puesta en dólares en los mismos porcentajes y ocasionando una profunda crisis fiscal de magnitudes inimaginables. (Marini R. M., 1990).

Esta crisis económica en América Latina recrea la realización del capital ficticio originado por la emisión sin control del dólar por parte de Estados Unidos y que se convierte en capital en el proceso de inversión y de compra de deuda pública de los países de América Latina. En estos países es en donde esta dinámica se ve acrecentada debido al proceso contractivo de la metrópoli derivado del aumento de la tasa de interés generando una fuga de capitales desde la periferia hacia la metrópoli propiciando una acumulación por desposesión debido al deterioro de las condiciones internacionales de intercambio para Nuestra América.

Este proceso puede ser visto también como un reajuste espacio-temporal de la crisis de las metrópolis hacia los países periféricos por medio del control del mercado internacional y la póstuma exportación de la inflación, ocasionando un tipo de plusvalía estéril debido a que este capital no genera riqueza social sino que dinamiza la demanda de una sobreoferta recreada por una alta tasa de composición orgánica del capital desde la década de los 70, como manifiesta Ruy Mauro Marini:

“[...] a partir de 1980, Estados Unidos ha sabido asumir la iniciativa en diversos frentes, en especial mediante la institucionalización de lo que, desde su inicio, se venía constituyendo en práctica del gobierno de Reagan: utilizar a la deuda externa de los países dependientes para forzarlos a contribuir más activamente a la superación de la crisis en los países industriales y, paralelamente, readecuar sus economías a los intereses de éstos.” (Marini R. , 1990)

Esta crisis económica y fiscal en América Latina conllevó a la adopción de diferentes políticas económicas lideradas por la ideología neoliberal y la teoría neoclásica ortodoxa, que se concretó en las disposiciones del Consenso de Washington, propiciando: 1) una alta desregulación económica; 2) una dependencia mucho más alta de la financiarización de la economía; 3) altas tasas de privatización de sectores económicos estratégicos; 4) reducción del Estado; 5) desprotección de los derechos laborales; 6) una mayor reprimarización de las económicas periféricas; y, 7) perdida de conquistas sociales debido a las privatizaciones, a la reducción del gasto estatal y a su póstuma mercantilización, entre otras dinámicas totalmente regresivas para las sociedades de América Latina.

Es por lo anterior que se hace necesario contrastar las relaciones que llevaron a la crisis de la década perdida en el periodo 1970-1990 en América Latina y las dinámicas actuales en nuestra región a partir del periodo 2000-2014, con el fin de atestiguar si existen dinámicas de fondo que evidencien la eterna dependencia y subordinación de las económicas periféricas ante las metrópolis económicas, el papel de la deuda pública y la exportación de las crisis económicas desde las metrópolis hacia las periferias, dadas por medio de la manipulación del mercado internacional en el nuevo régimen de acumulación basado en un sistema imperial de corte financiero.

3. ¿La nueva década perdida en América Latina?: Entre la crisis global y el reajuste espaciotemporal de la crisis.

[...] como Benjamín decía que un materialista debe contar la historia, la historia deslumbrante de la modernidad capitalista. de sus progresos y sus liberaciones, mostraría su lado sombrío. Su narración tendría que tratarla primero como una historia de opresión, represión y explotación. (Echeverría, 2013)

Son evidentes, en el contexto actual, las condiciones para una nueva crisis de deuda pública y privada en América Latina – o una nueva década perdida en América Latina-, que se está configurando aun, en tanto sus consecuencias ya se perciben tras aproximadamente 4 años de la caída de los precios de las materias primas y/o Commodities, en particular de los precios de los hidrocarburos.

Este desplome de los precios de las commodities incide directamente, puesto que gran parte de las economías de la región se basan en la dependencia a las exportaciones de estas mercancías, debido entre otras a: i) la injerencia de las políticas neoliberales que imponen una ideología de industrialización hacia afuera como condición de desarrollo (Toussaint, 2014); ii) la vulnerabilidad de los Estados de la región a la determinación productiva originada por la Inversión Extranjera Directa; y, iii) la necesidad de divisas internacionales para suplir las demandas básicas de sus sociedades originando una alta tasa de dependencia, entre otras dinámicas derivadas de la división internacional del trabajo en la etapa de la financiarización capitalista (Galindo & Gómez , 2016).

Si bien el síntoma de la crisis económica en América Latina se ha manifestado a partir la caída de los precios de las Commodities en el año 2014, no es correcto basar el análisis en los resultados del problema, en cambio se deben analizar las condiciones estructurantes del régimen de acumulación del capital, que se articuló desde 1970 como crisis continúa impuesta por la etapa de la financiarización. [2]

A. Proceso expansivo del imperialismo financiero y sus consecuencias.

Tras la crisis de la burbuja “Punto COM” a principios del siglo XXI en Estados Unidos, entre otros procesos de desaceleración de las economías metropolitanas se pone de manifiesto la política de “Quantitative Easing”, en español flexibilización cuantitativa que tiene como fin la ampliación de la masa monetaria como fuente de apalancamiento de la economía.

“Entre el 2001 y el 2015, los bancos centrales más poderosos del mundo – el BoJ de Japón (2001, 2013), la Fed de EE.UU. (2008), el BoE de Inglaterra (2009), y recientemente el ECB de la Eurozona (2015) – han sido forzados a innovar sus marcos de política por temor a los fantasmas de la deflación y la recesión. Uno por uno, estos bancos fueron reduciendo sus tasas de referencia hasta 0% (…) Estos instrumentos se pueden clasificar en dos grupos: las comunicaciones (forward guidance) y las políticas de hoja de balance." (Müller, 2015)

Esta emisión de masa monetaria puede ser evidenciada, en parte, por la emisión de deuda pública de los países metropolitanos y en particular de Estados Unidos donde en la siguiente gráfica, evidenciamos como en el año 1981 la deuda pública de Estados Unidos era aproximadamente 909 billones de dólares, pasando a 5,628 trillones de dólares en el año 2001 y llegando para el año 2016 a aproximadamente 20 trillones de dólares (anglosajones), atestiguando el aumento exponencial de la deuda y como esta tiene una mayor inclinación a partir del año 2003 tras la crisis de los “Punto COM”.

Esta dinámica de emisión de masa monetaria será amplificada durante y tras la crisis de los subprime en el año 2008 como se puede evidenciar en el siguiente extracto:

“En Estados Unidos, la auditoría realizada por el Departamento de Contabilidad del Gobierno reveló la transferencia, en secreto, de 16 billones de dólares por la Reserva Federal (FED) a bancos y corporaciones, en forma de préstamos con tipos de interés cercanos a cero, entre diciembre de 2007 y junio de 2010.” (Fattorelli, 2013, págs. 22-23)

Este incremento de la masa monetaria implementada por Estados Unidos conllevaría a la postre a un aumento de la inflación, pero debido a la reconfiguración de la economía internacional tras la Nueva Política Económica y la potestad del señoreaje monetario, condujo a que la inflación fuera exportada al mercado internacional generando un incremento de las mercancías de mayor demanda a nivel internacional -las Commodities-.

Este aumento de los precios de las Commodities y en particular de los precios del barril de petróleo implicó el incremento de la reprimarización de las economías periféricas apalancadas por las fuerzas del mercado internacional, ocasionando una debilidad endémica ante los reflujos de la economía internacional.

Esta dinámica de exportación de la inflación implicó el aumento de los precios del barril de petróleo, como se puede evidenciar en la siguiente gráfica, en la misma franja de tiempo en que se implementó la política de flexibilización cuantitativa entre el año 2001 hasta el año 2014 donde este proceso expansivo del nuevo régimen de acumulación y del sistema imperialista financiero llegó a su fin.

En la gráfica no. 3 podemos evidenciar como el precio del barril de petróleo Brent pasó de 20 dólares a principio del siglo XXI a llegar a precios de hasta 140 dólares el barril en el año 2007 y luego de la crisis de los subprime posicionarse en la franja de los 100 a 120 dólares el barril desde el año 2010 hasta el 2014 donde se evidencia una desplome dramática tras la puesta en marcha del proceso contractivo del imperialismo financiero estadounidense con el fin de la política de la expansión cuantitativa y la puesta en marcha de una política de corte proteccionista acumulativa por parte de la administración de Donald Trump.

Por otro lado, la emisión de masa monetaria en Estados Unidos, como crédito, y la colocación de estos a tasas de interés cercanas a cero permitió que los grandes oligopolios percibieran ganancias extraordinarias al colocar esta misma masa de dólares en mercados periféricos a tasas de interés entre la franja de 4 a 8% aumentando la deuda pública y privada en los países periféricos, como se puede evidenciar en la siguiente gráfica.

En la anterior grafica se atestigua el aumento exponencial que tiene la deuda pública entre el año 2008 y 2012 que pasó de 19.000 millones de dólares a 114.000 millones de dólares en el año 2012, un aumento del 500% en menos de 4 años. Esta dinámica se expresa por la transferencia de capital ficticio desde las metrópolis hacia los países periféricos y en particular a América Latina bajo la herramienta de la deuda pública. Este escenario es muy parecido a los créditos emanados por los Eurodólares y Petrodólares en la década de los 70 y 80 del siglo XX en la región.

El proceso expansivo del nuevo régimen de acumulación financiero se caracteriza entre otras dinámicas, por la puesta en marcha de la política de expansión cuantitativa, la exportación de la inflación y la colocación de masa monetaria en la periferia por medio del aumento de la deuda pública y privada originando un proceso de realización de este capital ficticio en la periferia y en el mercado internacional que dará paso al proceso contractivo que sirve de concentración, acumulación de capital ficticio realizado y desde una mirada geopolítica a la desestabilización de gobiernos progresistas y/o alternativos por medio de la manipulación del mercado internacional.

B. El proceso contractivo del imperialismo financiero y la crisis de la periferia.

El proceso contractivo del sistema imperialista de corte financiero y/o nuevo régimen de acumulación financiero se implementó a principios del año 2014, con el fin de las políticas de Flexibilización cuantitativa, el aumento de las tasas de interés por parte de la FED -Reserva Federal de Estados Unidos- y la puesta en marcha de políticas proteccionistas con el fin de generar un deterioro de las condiciones de intercambio internacional para los países periféricos y dependientes a los altos precios de las materias primas.

Esta dinámica propicia entre otras, el desplome de los precios de las Commodities y en particular de los precios de los hidrocarburos, bajas tasa de Inversión Extranjera Directa anudado a altas tasa de fuga de capitales desde la periferia hacia la metrópoli, altas tasas de devaluación de las monedas de los países periféricos con relación al dólar generando un aumento de reflejo de la deuda pública y un aumento de la necesidad de financiamiento de parte del Estado que vendrá a engrosar la emisión de deuda.

En el año 2014 la Reserva Federal de Estados Unidos manifestó el fin de la política de Flexibilización Cuantitativa que había desarrollado desde principios del siglo XXI y que había sido amplificada a partir de la crisis del año 2008 como se puede evidenciar en el siguiente extracto: “El QE que llevó a cabo la FED se dividió en tres fases iniciando en noviembre de 2008 y terminado totalmente en octubre de 2014, caracterizado por la compra de bonos del tesoro y Mortgage Backed Securities (MBS) que son titularizaciones hipotecarias” (Gandini, 2017)

Esta nueva política de la FED de poner fin a la emisión de masa monetaria anudada con el aumento de la tasa de interés conllevo a la fuga de capitales desde las periferias hacia las metrópolis e incidió, entre otras dinámicas, en el desplome de los precios de las Commodities como se puede evidenciar en la siguiente gráfica.

En la anterior grafica se evidencia el desplome de los precios en dólares de los productos agrícolas, de los metales y en particular el desplome de los precios de la energía que contiene los hidrocarburos a mediados del año 2014 coincidiendo con el fin de la política de flexibilización cuantitativa y la puesta en marcha del aumento de las tasas de interés por parte de la Fed que conllevara a un deterioro de las cuentas corrientes de los países periféricos como se puede evidenciar en el siguiente tabla:

En la anterior tabla podemos observar el deterioro de la cuenta corriente de algunos países de América Latina entre el año 2012 y 2018, lo que atestigua el deterioro de las condiciones internacionales de intercambio, ocasionando la puesta en marcha del aumento de la deuda pública y privada en la región como fuente de contención de las crisis fiscales que origino el proceso contractivo desde los Estados Unidos y su incidencia en el nuevo régimen de acumulación, como se evidencia en el siguiente extracto.

“Las economías latinoamericanas atraviesan una etapa compleja en términos económicos. Uno de los principales problemas de la región es, nuevamente, la dificultad para cerrar las cuentas externas. El balance de pagos de América Latina enciende las luces de alarma en cualquier análisis estructural (…) El rojo fue en 2017 de 81 mil millones de dólares.” (Kucher, 2018)

Este deterioro de las condiciones de intercambio internacional a partir de mediados del año 2014 se puede evidenciar en la balanza comercial y en la balanza de pagos en los últimos años en América Latina, conllevado esto a un aumento dramático de la emisión de deuda pública y privada como fuente de manutención del sistema como se puede evidenciar en la siguiente gráfica.

En la anterior grafica podemos observar como la deuda externa en millones de dólares entre 2014 y 2018 en América Latina aumenta hasta un 18% en proporciones del PIB. Un índice dramático si se tiene en cuenta que este solo manifiesta el crecimiento neto de la deuda en dólares y no su incremento de precio derivado de la depreciación de las monedas periféricas con relación al dólar.

Este deterioro de las economías periféricas se debe al aumento de las tasas de interés en los Estados Unidos que viene a ser el detonante de la reubicación de los capitales en busca de rentabilidad, debido a estas dinámicas contractivas los capitales migran desde los países periféricos y en particular desde América Latina hacia las metrópolis por medio de la rentabilidad que asegura una tasa de interés cada vez mayor velada por la Reserva Federal de los Estados Unidos.
Aunque la tasa de interés en Estados Unidos se encuentra en rangos todavía bajos de 2 y 2,25% se observan grandes flujos de capital que emigran desde las periferias hacia las metrópolis, debido a la caída de los precios de las Commodities y a los rumores cada vez más concretos de un aumento de la tasa de interés más rápido en el futuro cercano.

Aunque los precios de las commodities y en particular el precio de los hidrocarburos ha aumentado en los últimos dos años 2017 y 2018 esto no equivale a una reconfiguración del escenario económico y del proceso contractivo del régimen de acumulación financiero, sino que se debe a los grandes deterioros de las economías periféricas y en particular de los gobiernos progresistas que fueron golpeados de mayor manera por el proceso contractivo anudado a las sanciones de Estados Unidos, las sanciones a países productores de petróleo como el caso de Irán y la reducción transitoria de la oferta por parte de Estados Unidos tras los desastres naturales de las regiones productoras de hidrocarburos.

Esta dinámica se complejiza debido el aumento de los precios al consumidor en los países periféricos y en particular en América Latina. Por ejemplo, el paso del indicador del precio al consumidor de +4% en 2007 a +36% aproximadamente en el año 2015 en América del Sur y el caso más dramático Venezuela que pasa de un +2% en 2007 a un +65 aproximadamente en el año 2015, como se puede evidenciar en la siguiente gráfica, y el cual ha seguido en un aumento exponencial y dramático debido a las dinámicas de contracción del nuevo régimen de acumulación.

Este contexto en los países periféricos evidencia una latente preocupación por la tasa de cambio con relación al dólar, los desequilibrios en las balanzas de pagos y la fuga de capitales que ha desembocado en aumentos de las tasas de interés que por ejemplo ha llevado a la Argentina a tasas de interés de más del 60% a mediados del año 2018 como fuente de retención de capital como se puede cotejar en el siguiente extracto.

“Argentina sube la tasa de interés al 60%, la más alta del mundo y que casi triplica la de Venezuela (…) Argentina ya contaba con la tasa de interés más alta del mundo después de que se decidiera aumentar esa referencia al 40% en mayo pasado.” (BBC News Mundo, 2018)

Pero no solo Argentina vive un aumento de las tasas de interés, también Colombia, Ecuador y México han manifestado su iniciativa en el aumento de la tasa de interés, esto como reflejo de los aumentos de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que se piensan recrudecer en el devenir cercano.

Esta dinámica de conjunto tiene incidencias directas en los regímenes de América Latina, manifestando una estrategia de intervención geopolítica y geoeconómica desde las metrópolis hacia los países periféricos y en mayor medida a los países denominados progresistas que serán los más afectados por dichas dinámicas de manipulación internacional del mercado. [3]

El deterioro de los términos de intercambio y la fuga de capitales, generan y es parte fundamental de la devaluación de las monedas periféricas con respecto al Dólar, infligiendo una gran carga a las importaciones de carácter esencial y básica como son alimentos y medicinas, debido pues a que a una menor masa de dólares en el mercado local de los países periféricos incide directamente en la revaluación de esta y por ende en la devaluación de las monedas locales.

Este proceso ha acarreado tasas de devaluación que van desde los 30 a 40% de las monedas periféricas hasta niveles de tres y cuatro cifras como es el caso de Argentina y de Venezuela. Como se evidencia en el siguiente extracto en tan solo un mes se vivieron devaluaciones de hasta dos dígitos en algunos países de América Latina.

“En la región se puede observar, por ejemplo, cómo entre el 20 de abril y el 20 de mayo países como Argentina, Brasil, Colombia y Chile sufrieron devaluaciones del orden del 20,6%, 9,3%, 6,4% y 5,9%, respectivamente”. (Wahren, Devaluaciones en América Latina: ¿un problema local o externo?, 2018)

Esta dinámica tiene por lo menos dos estrategias de acumulación: por un lado, el aumento del precio de sus exportaciones, y por el otro lado, el aumento de la rentabilidad y masa de la deuda pública debido a la devaluación de las monedas de América Latina, como se puede evidenciar en el siguiente gráfico.

Es dramática la situación de la deuda pública a nivel mundial y claro está en América Latina si tenemos en cuenta que los índices de devaluación son correlativos al aumento del precio de la deuda pública y privada puesta en dólares que para el año 2018 para los países de América Latina se encuentran en la franja de 40 a 70%.

Este proceso conlleva a graves crisis económicas en los países periféricos lo que ha generado diferentes reformas fiscales, políticas de ajuste estructural y manifestación de guerras de corte económico, donde se amplifica la concentración y acumulación de capital ficticio realizado en el proceso expansivo.

Este breve recorrido atestigua como existe un círculo vicioso de expansión y contracción del capital como fuente de valorización del capital ficticio por medio de las crisis implementadas por la manipulación del marcado internacional similares al caso de la década perdida y el contexto que vive hoy por hoy América Latina, por medio del nuevo régimen de acumulación financiero y en concreto del nuevo sistema imperialista de E.E.U.U.

En tanto en el campo geoestratégico se impone una crisis fiscal a los países periféricos y en particular a los Estados de América Latina, ocasionando crisis en los gobiernos y particularmente en los regímenes progresistas los cuales se encuentran en su mapa de intervención, implantando por medio de la violencia estructural y socioeconómica nuevos gobiernos totalmente serviles y de corte totalmente austeritario como es caso de Argentina con Mauricio Macri, de Brasil con Michel Temer y Jair Bolsonaro, y Ecuador con Lenin Moreno, entre otros.

Este proceso contractivo aumentará con el recorrido del tiempo y conllevará graves consecuencias en términos de justicia social, igualdad y dignidad de nuestros pueblos, tan solo la construcción de poderes alternativos y de izquierda que se piensen la integración comercial horizontal y solidaria en los países periféricos y en particular en Nuestra América permitirá romper el ciclo del nuevo régimen de acumulación.

Como plantearía Walter Benjamín, aunque el nuevo contexto nos arroje a la desilusión de la razón en nuestros países existe el optimismo de la voluntad de construir un mundo más humano basado en el valor de uso y no en el de cambio como fin de una sociedad más justa.

BIBLIOGRAFÍA

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BBC News Mundo. (30 de Agosto de 2018). Argentina sube la tasa de interés al 60%, la más alta del mundo y que casi triplica la de Venezuela. Obtenido de BBC: https://www.bbc.com/mundo/noticias-45363180

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Notas

[1] Para más información sobre el nuevo régimen de acumulación desde la década de los 70 y de corte imperial de Estados Unidos remitirse a (Brenner, 2013) y (Harvey, 2004)

[2] Para mayor acercamiento a las dinámicas y rasgos específicos de la financiarización remitirse a François Chesnais y Michel Husson

[3] Para una mayor documentación revisar (Galindo & Gómez, La caída de los precios del petróleo, la devaluación del peso y el aumento de la deuda pública, 2014

 

Para consultar el artículo con tablas descargue el artículo completo en la siguiente liga: http://www.cadtm.org/spip.php?page=imprimer&id_article=16811

Tema de investigación: 
Integración y comercio