La liberalización de los flujos financieros internacionales debe interpretarse como el resultado de una intervención poco común y significativa, dado que normalmente las finanzas han sido ante todo de índole nacional y han estado reguladas.
La liberalización generalizada de las cuentas de capital durante las últimas tres décadas se ha visto reforzada por un conjunto de presiones internacionales con orígenes diversos, incluyendo el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, acuerdos bilaterales de comercio e inversión, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y la Unión Europea. Estas instituciones suponen un obstáculo importante para la utilización eficaz de regulaciones de la cuenta de capital. Asimismo, existen grupos políticos de interés a los que les interesa evitar la regulación, especialmente en países ricos.
Tras el colapso financiero de 2008, se vuelve a cuestionar el papel de los flujos internacionales de capital, cuyas consecuencias pueden ser tanto positivas como potencialmente devastadoras. Los países que sufrieron los envites más graves de la crisis fueron los que contaban con políticas más liberales y desreguladas en lo que respecta a los flujos financieros entrantes.
Desde 2009, muchos países emergentes y en desarrollo han incrementado la regulación y el control de los flujos financieros entrantes para gestionar las oleadas provenientes del exterior. Esto tiene lugar en unas circunstancias en las que los flujos hacia los países en desarrollo han incrementado y se han vuelto más volátiles. En 2010, estos flujos alcanzaron los 1.095 billones de USD, una cifra sólo superada en 2007.
Sin embargo, los datos empíricos demuestran que mover dinero en tanto volumen y velocidad conlleva una serie de riesgos, por ejemplo monetarios, de fuga de capitales, de fragilidad, de contagio y para la soberanía. La forma en que se gestionan los flujos financieros afecta a la distribución de la riqueza, la pobreza, el bienestar infantil, el desarrollo económico de las mujeres y el desempleo.
La historia económica demuestra que aquellos países que se han desarrollado con éxito han utilizado capital extranjero, pero este no llegó a través una cuenta de capital completamente abierta. En general, es más deseable una inversión a más largo plazo y que proporcione beneficios adicionales.
Un enfoque más realista sobre política macroeconómica y flujos financieros internacionales, beneficiaría tanto a los países en desarrollo como a los desarrollados y se incrementaría la estabilidad. La organización Bretton Woods Proyect afirma la necesidad de alcanzar un consenso nuevo, uno que favorezca las políticas pragmáticas cuyo objetivo sea canalizar los flujos financieros para el beneficio de las personas, especialmente de las que viven en los países en desarrollo