La interpretación que dominó la explicación la recesión de mediados de la década de los setenta dice que el pleno empleo de la primera época keynesiana sentó las bases de la crisis al robustecer la posición del trabajo en relación con el capital.
Se atribuía de manera común la caída de la tasa de ganancia a un aumento de la participación salarial en el ingreso, con la consiguiente contracción de los beneficios empresariales, esto es lo que se ha llamado "teoría de la crisis por contracción de beneficios".
Boddy y Crotty, sostenían que a medida que la economía se acercaba al pleno empleo, se generaba un incremento en la participación de los salarios en el ingreso, lo que representaba una grave amenaza para los beneficios capitalistas y desembocaba en una "crisis económica estructural". De ahí que para estos autores la causa principal de la crisis de mediados de los setenta consistía en la contracción de los beneficios inducida por los salarios.
No obstante, para el economista polaco Michal Kalecki, el poder de los trabajadores para lograr aumentar los salarios monetarios no consistía en sí una amenaza económica relevante para el capital, ni siquiera en condiciones de pleno empleo a causa del enorme poder de las grandes empresas para influir en la determinación de precios.
En suma, la estrategia político-económica de Kalecki proponía socavar lo que Marx había llamado la principal "palanca" del capital para disciplinar a la clase obrera: la existencia de una población relativamente excedente o ejército industrial de reserva.
Las conclusiones político-económicas a las que llegó Kalecki estaban en línea con las de Marx, quien, precisamente en oposición al argumento de la contracción de beneficios, dejó dicho que la lucha de los trabajadores era una lucha racional, porque reflejaba al final de cuentas, la superioridad de la economía política del trabajo sobre la economía política del capital.
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