China no debe de ser culpado por la mayor parte de los problemas sociales y ambientales de America Latina, si bien es cierto que el gigante asiático –con posición global- debería de tomar en cuenta la importancia de mitigar los impactos sociales y ambientales de su actividad fuera de sus fronteras para mantener buenas relaciones con los países que interactúa, y al mismo tiempo reducir los riegos potenciales asociados con la inversión en el extranjero.
Solo algunas compañías chinas tienen capacidad de adherirse a mejores prácticas en el ámbito social y ambiental de modo que es evidente la falta de experiencia en la formulación políticas en los países receptores con el fin de aminorar los efectos de las inversiones en su zona. Las economías latinoamericanas poco a poco han aumentado la presión sobre los gobiernos para “agilizar” las aprobaciones de las oportunidades del comercio e inversión con China de forma que se puedan atenuar las voces de organizaciones civiles que trabajan para responsabilizar por sus acciones a los gobiernos y a las empresas extranjeras.
El interés para cambiar dicha realidad se centra en los gobiernos de los países latinoamericanos así como en las empresas chinas, para poner en marcha políticas sociales y ambientales adecuadas con el fin de maximizar los beneficios y mitigar los riegos de la actividad económica de China en America Latina.