El 23 de enero de 2014 el peso de Argentina se devaluó 10% frente al dólar, el tipo de cambio cerró en 7.75. Hay voces que apuntan ya hacia una inevitable crisis cambiaria en la economía sudamericana.
Este proceso no es nuevo. Empieza por lo general por un creciente desequilibrio en la balanza de pagos, con lo cual la desconfianza de los inversionistas aumenta con su efecto en la suspensión de la renovación de la deuda, con esto el país sufre quiebras severas de bancos y empresas.
El paso siguiente es la apreciación gradual del tipo de cambio para contener la inflación al alza. Sin embargo, si el aumento del tipo de cambio es mayor al aumento del PIB las presiones aumentan sobre la cuenta corriente. Esto obliga el ajuste por medio de la devaluación cambiaria.
El país entra entonces en una mayor “fragilidad financiera” mermando aún más la confianza de los inversionistas y favoreciendo un circuito peligroso de endeudamiento.
La política se orienta a aumentar la tasa de interés para frenar la inflación, esto mantiene en el mediano al tipo de cambio sobrevaluado y crea un mercado “paralelo” para la moneda argentina. Esta situación encarece el crédito internacional y pone en riesgo la manutención de un alto nivel de reservas.