Todos los años la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo), con sede en Ginebra, publica su Informe sobre el Comercio y el Desarrollo (TDR, en inglés. En su informe del 2016 (1), el TDR nos dice que la economía global permanece estancada, pues aún no se ha recuperado de la crisis del 2008 y que los niveles de “financialización” (predominancia de los mercados financieros) permanecen altos.
Asimismo, nos dice que el comercio mundial (que desde fines de la II Guerra Mundial crecía a una velocidad mayor que el PBI global) ha decrecido fuertemente, lo que se puede agravar con las tendencias proteccionistas de los países industrializados en los años recientes.
Cabe resaltar que los recientes anuncios del Presidente Trump de retroceder en la reforma de regulación financiera de Obama (llamada Ley Dodd-Frank), así como imponer subidas de aranceles indiscriminadas del 25% o más a productos de terceros países, agravarán esta situación. En este artículo queremos analizar solo tres aspectos del TDR que tiene importantes implicancias para la economía global y, también, de los llamados países en desarrollo.
Según el TDR 2016, al analizar las actividades industriales y de servicios de 893 empresas de EEUU se encontró que aquellas donde las 4 primeras tenían más del 66% de las ventas, aumentaron de 4 a 10% del total de empresas desde 1997 hasta el 2012. A estas “4 primeras” le llaman oligopolios.
Luego, vienen aquellas empresas que tienen entre 33 y 66% del total de ventas (las llaman “concentradas”); aquí la proporción pasó de 24 a 33% del total. Así, aquellas empresas que tienen menos del 33% de las ventas (es decir, donde hay más competencia) disminuyó del 72 al 58% del total de empresas de EEUU.
Como consecuencia, la concentración del ingreso ha aumentado en EEUU. Dice el informe que las utilidades netas (ganancias después de impuestos), como % del PBI, han aumentado desde 1980 y se sitúan en niveles record. La otra cara de la moneda es que ha declinado la participación de los salarios en el ingreso nacional y ha aumentado la desigualdad.
Esta concentración empresarial no solo se ha dado en EEUU. Dice el TDR que un estudio reciente analizó 43,000 empresas multinacionales (consignadas en la base de datos globales de Orbis) y encontró que menos de 150 empresas tuvieron cerca del 40% del control sobre el valor económico del total de las empresas multinacionales, a través de una complicada telaraña de relaciones de propiedad.
Un segundo tema tiene que ver con el hecho que uno de los ejes centrales del crecimiento económico de los últimos años dio lugar a aseveraciones acerca de la “convergencia” en los ingresos de los países del mundo a nivel global. Dicho de otra manera, el crecimiento iría “acercando” poco a poco el nivel de ingresos de todos los países, industrializados, “emergentes” y menos avanzados. Así, como dijo Thomas Friedman estaríamos avanzando a “un mundo plano”, ideal que estaría cada vez más cerca.
Pero la evidencia del TDR 2016 nos dice otra cosa: la convergencia se está alejando en vez de acercarse para casi todos los países en desarrollo, con la excepción de los países del Este Asiático, con la China en primer lugar.
Así, la probabilidad de pasar de un país de ingresos medios (entre US$ 4,000 y 12,000 anuales por persona; el Perú está en US$ 6,700) a ser un país de ingresos altos (mínimo de US$12,000 por persona) fue del 18% entre 1950 y 1980. Pero retrocedió al 8% en el periodo 1981-2010. No solo eso. La posibilidad de que los países de ingresos bajos (hasta US$ 4,000 anuales por persona) asciendan al nivel de país de ingresos medios, bajó del 15% al 7% en el mismo periodo.
Más grave aún. Dice el TDR que las probabilidades de bajar de categoría son ahora mayores que antes. En efecto, entre 1950 y 1980, la posibilidad de bajar de categoría de un país de ingreso medio a ser uno de ingreso bajo era del 12%. Pero de 1981 a 2010, esa posibilidad subió a 21%. Peor aún, si cabe, la posibilidad de que un país de ingreso alto sea degradado a ingreso medio era de solo 6% en el periodo 1950-1980 y ahora, de 1981 a 2010, ha pasado a ser del 19%, casi tres veces más. Allí se podrían estar mirando las caras varios países que hoy consideramos “ricos”.
El TDR analiza este tema de manera exhaustiva, lo que no podemos hacer acá. Pero sí podemos detenernos en un eje clave: el rol de la industrialización progresiva como eje de un crecimiento sostenible para los así llamados “países en desarrollo”.
Dice el TDR que se pueden identificar tres trayectorias diferentes. La primera es la “industrialización que acorta brechas” (“catch-up industrialization”), con un crecimiento robusto de la producción, la inversión, los ingresos y los vínculos comerciales y tecnológicos, construidos alrededor de un sector manufacturero grande y cada vez más diversificado, lo que da lugar a una fuerte dinámica de crecimiento que acorta la brecha de productividad con las economías líderes. Aquí están China y Corea del Sur.
La segunda es la “industrialización estancada” que se caracteriza, justamente, por el estancamiento de la producción industrial y el empleo, así como por episodios de crecimiento esporádico que generan vínculos que no son lo suficientemente grandes o fuertes como para que el crecimiento industrial resista choques y retrocesos, por lo que es vulnerable. En general, una trayectoria de este tipo da lugar a una mayor brecha de productividad con las economías líderes. Aquí estarían la India, México, Indonesia y Tailandia.
Por último tenemos la “desindustrialización precoz”, lo que alude a que las economías de los países industrializados comenzaron a desindustrializarse para pasar a ser “economías de servicios”. Lo “precoz” viene porque las economías de “países en desarrollo” se desindustrializan sin jamás haber llegado a ser economías industrializados.
Por tanto, la participación de la producción industrial y del empleo cae prematuramente a niveles de ingreso per cápita mucho más bajos que aquellos en que las economías desarrolladas se comenzaron a desindustrializar. Este proceso va acompañado de una fuerte desestructuración productiva y una importante caída en los niveles de productividad relativa. Aquí están la mayoría de los países de América Latina.
Dice el TDR que aquí podemos encontrar las causas de los problemas que nos aquejan, incluida la proliferación del sector informal. Y entran a tallar temas como la apreciación de la moneda nacional por el aumento de la entrada de divisas por las exportaciones de productos primarios y la apertura indiscriminada de la economía vía la suscripción de Tratados de Libre Comercio, lo que lleva a la reducción de la demanda por bienes nacionales (ya que los importados son más baratos). Esa es una fuente de desindustrialización.
La alternativa pasa por adoptar políticas industriales proactivas para fomentar el desplazamiento del empleo y los recursos de la agricultura de baja productividad hacia una mayor productividad industrial y servicios modernos. Las actividades manufactureras desempeñan un papel clave en estos procesos, ya que crean empleo formal, ingresos y demanda, y aceleran el crecimiento de la productividad. Esto a su vez aumenta aún más los ingresos y la demanda.
El TDR le llama a esto “transformación estructural” y afirma que requiere un enfoque político global. Esto incluye políticas estratégicas para el comercio internacional, políticas macroeconómicas favorables al crecimiento que garanticen altos niveles de demanda agregada y un tipo de cambio estable y competitivo y políticas de apoyo al nexo entre las utilidades y la inversión.
Allí está la diversificación productiva que, en nuestro país, brilla por su ausencia. Seguimos en el piloto automático, dependiendo de las materias primas y con esquemas de apoyo a la inversión privada que han generado más corrupción. El TDR 2016 nos proporciona herramientas y propuestas de nuevos espacios de política para avanzar hacia el cambio.