Hace casi dos años ya que Donald Trump dijo ante la élite financiera y empresarial del mundo que iba a colocar a América primero. “Estados Unidos nunca volverá a hacer la vista gorda ante las prácticas económicas injustas”, aseguró en el Foro de Davos en enero de 2018. Han sido dos años regados de retórica nacionalista y de anuncios de medidas proteccionistas a los que el país afectado respondía con contramedidas. Desde entonces, la economía del mundo se ha ido frenando de forma paulatina. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de anunciar que esta ralentización continuará este año con un crecimiento de la economía global del 3%, el más bajo desde la crisis de la década pasada, también conocida como Gran Recesión.
No ha tenido buena suerte Kristalina Georgieva en su puesta de largo al frente del FMI. La búlgara que antes ocupó altos cargos en la Comisión Europea y el Banco Mundial se estrena como directora gerente del Fondo con un jarro de agua fría sobre la economía mundial. “El crecimiento apagado es consecuencia de las crecientes barreras al comercio, de la elevada incertidumbre que rodea al comercio y a la geopolítica; de tensiones en varias economías emergentes y de factores estructurales como el bajo crecimiento de la productividad y el rápido envejecimiento de los países desarrollados”, asegura el prólogo del informe presentado el martes en Washington.
Esta enumeración sonará conocida a los que sigan los informes económicos de organismos multilaterales y gabinetes de estudios. Hace meses que se repiten de forma casi idéntica. Pese a que parezca repetido, la situación es más preocupante, porque la mera continuación de estos riesgos los convierte cada vez en más reales. Y golpea a todo el mundo. Así, los pronósticos que emite ahora el FMI son más pesimistas que los del pasado mes de julio en prácticamente todos los países y áreas económicas analizadas.
Preocupan especialmente por su anémico crecimiento la eurozona (con países como Alemania e Italia creciendo muy poco o estancados) y Japón (cuyo aumento del PIB se quedará este año y el próximo por debajo del 1%). A España le rebaja también la previsión (2,2% este año y 1,8% el siguiente), pero sigue muy por encima de la media europea. Las perspectivas de crecimiento de la economía española del FMI son superiores a las oficiales del Gobierno porque no recogen la reciente actualización de la serie estadística que ha realizado el INE y que evidenció que la ralentización está siendo más aguda de lo inicialmente estimado.
El EE UU trumpiano tampoco se salva de la quema. El FMI rebaja dos décimas su previsión de crecimiento para 2019 respecto a lo que decía tan solo tres meses atrás, dejándolo en el 2,4% este año y 2,1% el próximo, unas tasas aún respetables pero también a la baja. “Con las incertidumbres que rodean a muchos países y el enfriamEsta enumeración sonará conocida a los que sigan los informes económicos de organismos multilaterales y gabinetes de estudios. Hace meses que se repiten de forma casi idéntica. Pese a que parezca repetido, la situación es más preocupante, porque la mera continuación de estos riesgos los convierte cada vez en más reales. Y golpea a todo el mundo. Así, los pronósticos que emite ahora el FMI son más pesimistas que los del pasado mes de julio en prácticamente todos los países y áreas económicas analizadas.
Preocupan especialmente por su anémico crecimiento la eurozona (con países como Alemania e Italia creciendo muy poco o estancados) y Japón (cuyo aumento del PIB se quedará este año y el próximo por debajo del 1%). A España le rebaja también la previsión (2,2% este año y 1,8% el siguiente), pero sigue muy por encima de la media europea. Las perspectivas de crecimiento de la economía española del FMI son superiores a las oficiales del Gobierno porque no recogen la reciente actualización de la serie estadística que ha realizado el INE y que evidenció que la ralentización está siendo más aguda de lo inicialmente estimado.
El EE UU trumpiano tampoco se salva de la quema. El FMI rebaja dos décimas su previsión de crecimiento para 2019 respecto a lo que decía tan solo tres meses atrás, dejándolo en el 2,4% este año y 2,1% el próximo, unas tasas aún respetables pero también a la baja. “Con las incertidumbres que rodean a muchos países y el enfriamiento previsto en China y EE UU y los importantes riesgos a la baja, es muy posible que se materialice un ritmo de crecimiento global aún más apagado”, añade el documento.
Lo peor de las previsiones que acaba de publicar el FMI no son las cifras en sí, que son malas pero no catastróficas. Sino la idea de que si no se hace nada para evitarlo, podrán ir a peor. “Para prevenir un resultado así, habría que enfocar las políticas decididamente a evitar tensiones comerciales y a reforzar la cooperación multilateral”, añade el documento. Así, estas previsiones podrían reducirse aún más si la escalada proteccionista de EE UU con China y Europa continúa, o si el Brexit acaba resolviéndose sin acuerdo. Por eso, los analistas reunidos en el FMI ven con buenos ojos los avances en ambos aspectos que se produjeron durante el pasado fin de semana. Pero nadie aquí quiere echar las campanas al vuelo, conscientes de que lo que un día son avances al día siguiente pueden convertirse en retrocesos.
Una de las preocupaciones del FMI es el retroceso que en muchos países del mundo ha sufrido el sector industrial este año. Este bajón se explica por tres factores que se refuerzan los unos a los otros: una importante caída en la producción y venta de vehículos, una baja confianza empresarial por culpa de las tensiones comerciales y tecnológicas entre EE UU y China; y un retroceso en la demanda china, que se explica por los esfuerzos de las autoridades por reducir la deuda e impulsada por la escalada arancelaria.
Cuando habló en Davos, Trump justificaba que su política de poner a su país primero era algo que el resto de líderes del mundo deberían copiar. “América primero no significa América solo. Cuando la economía de América crece, crece todo el mundo”, decía en 2018. La perspectiva que nos da el tiempo demuestra que esto no es así. Porque las trabas comerciales son la primera causa del enfriamiento de la economía global.
iento previsto en China y EE UU y los importantes riesgos a la baja, es muy posible que se materialice un ritmo de crecimiento global aún más apagado”, añade el documento.
Lo peor de las previsiones que acaba de publicar el FMI no son las cifras en sí, que son malas pero no catastróficas. Sino la idea de que si no se hace nada para evitarlo, podrán ir a peor. “Para prevenir un resultado así, habría que enfocar las políticas decididamente a evitar tensiones comerciales y a reforzar la cooperación multilateral”, añade el documento. Así, estas previsiones podrían reducirse aún más si la escalada proteccionista de EE UU con China y Europa continúa, o si el Brexit acaba resolviéndose sin acuerdo. Por eso, los analistas reunidos en el FMI ven con buenos ojos los avances en ambos aspectos que se produjeron durante el pasado fin de semana. Pero nadie aquí quiere echar las campanas al vuelo, conscientes de que lo que un día son avances al día siguiente pueden convertirse en retrocesos.
Una de las preocupaciones del FMI es el retroceso que en muchos países del mundo ha sufrido el sector industrial este año. Este bajón se explica por tres factores que se refuerzan los unos a los otros: una importante caída en la producción y venta de vehículos, una baja confianza empresarial por culpa de las tensiones comerciales y tecnológicas entre EE UU y China; y un retroceso en la demanda china, que se explica por los esfuerzos de las autoridades por reducir la deuda e impulsada por la escalada arancelaria.
Cuando habló en Davos, Trump justificaba que su política de poner a su país primero era algo que el resto de líderes del mundo deberían copiar. “América primero no significa América solo. Cuando la economía de América crece, crece todo el mundo”, decía en 2018. La perspectiva que nos da el tiempo demuestra que esto no es así. Porque las trabas comerciales son la primera causa del enfriamiento de la economía global.