Algo más de una década después de ganar su primer aliado diplomático en Centroamérica, Pekín celebra la formación de un bloque de países que han dejado atrás sus relaciones con Taiwán y abren al gigante asiático las puertas de una región con escasa relevancia económica en la escena internacional, pero de alto valor geopolítico. Contactos y cooperación oficial, negocios al alza, proyectos culturales e intercambios académicos reflejan la mayor presencia china en el centro del continente. Y esto no gusta ni a Washington, hasta ahora potencia hegemónica, ni a la desplazada Taipéi.
Costa Rica, República Dominicana, Panamá y El Salvador y forman el nuevo grupo aliado de Pekín en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA). Los últimos tres formalizaron relaciones diplomáticas con China durante el último año, mientras Costa Rica ha firmado este mes un “relanzamiento” de los lazos que materializó en 2007 con la segunda economía más grande del mundo. El gigante asiático logra así una mayor cercanía con el estratégico Canal de Panamá en una región de ubicación valiosa para el proyecto ambicioso dirigido por Xi Jinping. Son países que, señalan los especialistas, podrían servir también a inversionistas chinos como plataforma para entrar al mercado estadounidense en tiempos de escalada comercial entre ambas potencias.
La otra mitad de Centroamérica -Guatemala, Belice, Honduras y Nicaragua- mantiene aún relaciones diplomáticas con Taiwán, un territorio que Pekín aún considera propio en su política de Una Sola China. La llegada de Tsai Ing-wen al Gobierno taiwanés, en 2016, reactivó las tensiones y la batalla por aliados en otras regiones del mundo, que había estado atenuada en los últimos años.
Washington llamó a consultas a sus embajadores en Panamá, Santo Domingo y San Salvador en septiembre, inquieto por el avance chino y la pérdida de apoyo a la causa por la autonomía de Taiwán. Horas después de anunciarse el viraje de la diplomacia salvadoreña, la embajadora estadounidense Jean Manes lo calificó de “preocupante”. “Esto impactará nuestra relación con el Gobierno”, agregó en sintonía con la vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, que a finales de agosto dijo que la Administración Trump se replantaría sus relaciones con el Gobierno salvadoreño.
Tras las consultas, Estados Unidos dejan encendidas sus advertencias sobre los acuerdos con “socios desconocidos”: “Notamos una tendencia perturbadora que indica que, a menudo, muchas de estas transacciones carecen de transparencia y no responden a los intereses de largo plazo de esos países (…) Donde se identifique corrupción u otros hechos delictivos, EE UU considerará cancelar las visas de las personas involucradas y de sus familiares”, se lee en un comunicado divulgado en el tramo final de setiembre.
Este jueves, la advertencia vino de más arriba: del vicepresidente Mike Pence. “Les digo a cada uno de los países representados aquí, en nombre de mi gobierno, en un momento en que ustedes construyen asociaciones comerciales con otras naciones como China, les pedimos que se concentren y les pedimos transparencia y que piensen en sus, y en nuestros, intereses a largo plazo”, dejó caer en Washington ante los presidentes de Guatemala, Honduras y El Salvador.
Pese a que EE UU mantiene relación diplomática formal con Pekín, también alimenta nexos amistosos con Taiwán. Los países centroamericanos han quedado en medio y optan según su propia conveniencia, atraídos por las chequeras taiwanesa y china, según se acusan de manera recíproca. El poderío chino en la economía y en la política global, sin embargo, ha pasado a prevalecer en cuatro de los antiguos aliados de Taipei en esta región.
Panamá firmó relaciones con China el año pasado, Santo Domingo lo hizo en mayo pasado y San Salvador, en agosto. Embajadores de los tres países acompañaron a la canciller y número dos del Ejecutivo costarricense, Epsy Campbell, en la firma del “relanzamiento” del nexo con China, incorporación del país centroamericano incluida a la nueva Ruta de la Seda.
“Iniciamos las relaciones con China cuando éramos los únicos en la región, pero ahora la estrategia es diferente; ya no estamos solos y debemos vernos como colaboradores para potenciarnos los cuatro de manera colectiva (…) Estamos dispuestos a hacer una alianza bien poderosa. Este socio vino de lejos para quedarse, con un peso relativo enorme en todos los ámbitos de la agenda global”, dijo Campbell antes de mencionar la posible flexibilización de requisitos migratorios para chinos en Costa Rica y un plan conjunto para atraer a Centroamérica a turistas de ese país.
El embajador Tang Heng evitó en su discurso enfocarse en el avance chino en la región y subrayó que no hay un afán geopolítico, aunque exaltó la bandera del multilateralismo que empuña China frente a los impulsos del “unilateralismo”, en alusión implícita a Trump. Días después, en conversación con EL PAÍS, reconoció el interés de su país un interés en la región: “Estamos planteando cosas buenas para toda Centroamérica, que es una región con mucho potencial de desarrollo. Ahora tenemos ganas de desarrollar relaciones de amistad y mutuo beneficio bajo el principio de una sola China”.
Para el politólogo costarricense y máster en Economía por la Universidad de Renming (Pekín) Sergio Rivero, el Gobierno chino gana poder sobre el determinante Canal de Panamá-del que es segundo cliente en volumen- y avanza en la posibilidad de establecer una zona económica especial en territorio salvadoreño. “Desde allí tendría la posibilidad de producir bienes que podrían entrar al mercado estadounidense con otras reglas”.
El crecimiento en las relaciones comerciales China-Centroamérica ya lo advertía en 2014 un informe del centro de investigación y escuela de negocios Incae con sede en Costa Rica y Nicaragua, aunque señalaba barreras estructurales y políticas. Con el nuevo escenario se abren espacios para superar los 12.500 millones de dólares intercambiados en 2011, año cuando entró en vigor el acuerdo de libre comercio entre China y Costa Rica.
China es el segundo país origen de mercancías que se importan en Centroamérica, con una balanza comercial muy inclinada a favor por el gran flujo de bienes chinos que se consumen en la región. Las exportaciones hacia el gigante asiático son aún reducidas, pero crecientes: el año pasado, los cuatro socios de China exportaron en total productos por valor de 340 millones de dólares a un socio que no deja de ganar poder en la zona.