Panorama Laboral, constituye la publicación anual más importante de la Oficina Regional de la Organización Internacional del Trabajo, contiene información y análisis sobre la situación del trabajo y el empleo en América latina y el Caribe, apoyado en indicadores económicos y sociales oficiales de los países.
La contracción de la economía en América Latina y el Caribe ha impactado significativamente a los mercados laborales. La tasa de desocupación promedio aumentó, de 6,6% de 2015 a 8,1% en 2016, lo que implica que haya unos 25 millones de desocupados en la región. El informe regional también destaca los siguientes indicadores:
Los efectos de la desaceleración y pérdida de dinamismo del crecimiento en la región se han reflejado en los mercados laborales de América Latina y el Caribe. Se estima que la tasa de desocupación sea de 6.7% a fines de 2015, en comparación al 6.2% de 2014. El informe regional también destaca los siguientes indicadores del mercado laboral:
Fuente: OIT, Panorama Laboral 2015, América Latina y el Caribe.
Los indicadores laborales de América Latina y el Caribe evidencian que en 2014 la economía no genera empleos suficientes, no obstante, hay una reducción de la tasa de desempleo, pero esto se debe más a una disminución en la participación de la fuerza laboral antes que a un aumento real de la población ocupada. Se espera que, en 2014, la tasa promedio de desempleo urbano sea de 6.1%.
El informe regional también destaca los siguientes aspectos:
La OIT estima que al finalizar el 2013 la tasa de desempleo urbano de ALC cerrará en 6,3% (volviendo a alcanzar mínimos históricos), lo que implica redoblar esfuerzos para logar un crecimiento sostenido que vaya acompañado de más y mejores empleos que reduzcan la pobreza y la desigualdad.
El informe regional también evidencia el impacto de la pérdida de dinamismo económico en el mercado laboral, destacando los siguientes aspectos:
La Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe presentó su informe anual Panorama Laboral 2012 con datos sobre el comportamiento del empleo y los mercados laborales durante el año y proyecciones sobre lo que podría ocurrir con el empleo en 2013. En este informe se destaca que la tasa de desempleo urbano de la región continuó con la tendencia a la baja de los últimos años, ubicándose en 6.4% al cierre del 2012.
LA OIT atribuye este comportamiento al dinamismo de las economías latinoamericanas y caribeñas, que han registrado un ciclo de crecimiento económico de varios años, teniendo una tasa de crecimiento económico de 3.1% en 2012.
Asimismo, se hizo un llamado para abordar los desafíos de la calidad del empleo, debido a que el trabajo y los ingresos laborales constituyen un aporte fundamental para el crecimiento de las economías y la lucha contra la pobreza y desigualdad.
En el Panorama Laboral también se destaca que:
Automation is the total or partial elimination of human intervention in the execution of a job. The first forms took place in the previous industrial revolutions, automation 1.0, with the birth of industry (steam engines 1760) and much later automation 2.0, the assembly line (Fordism 1910). Today it is possible to speak of electronic automation 3.0 thanks to the technological development of economies, especially mature economies (Computers 1970). Innovations have brought benefits such as growth in the profitability and productivity of firms. Still, introducing new technology accompanies essential disruptions in the labour market. Some studies project that the new wave of technological development will eventually displace many workers from productive life. Although the effects on the economy and society are still unknown, these trends may generate more significant inequalities in the labour market.
The first forms of the new artificial intelligence automation 4.0 became visible with the industrial robotics of the 1980s in the automotive industry in the United States and Japan. Some companies, such as General Motors, invested large amounts of capital in automating their activities. Still, they were not profitable because of the technology's high cost and low efficiency in terms of the workforce. Since then, the functions an industrial robot can perform have improved dramatically, and, according to McKinsey & Company, their cost has halved since 1990. It has enabled tripling the installation of industrial robots in the second decade of the 21st century, reaching labour-intensive industries such as textiles. It went from being a process seen in large companies to be available to small and medium-sized ones.
The countries leading the way in industrial automation are the developed ones, given that they have more resources and an economic environment conducive to technological development. Also, because they are the countries with the highest wages worldwide, they stimulate robotisation to reduce costs in the framework of a globalised market. Developing countries such as those in Latin America have no incentives to replace labour with capital, not even in Mexico, the most robotised country in the region, as seen in the graph. This is because it causes industries to start displacing workers. On average, employment in the industrial sector has decreased by 0.5% per year since 2008 in OECD countries, and labour productivity has increased.
Industrial robotics is not the only way to automate work. New technological developments have succeeded in combining automation with artificial intelligence (AI) and digitalisation. Digitisation is using technologies to convert data and processes into a digital format. AI is the development of algorithms that allow a computer to "learn and adapt" to its environment. These technologies combined allow for an even higher level of automation by performing activities outside the industrial domain.
In the first two decades of the 21st century, automation has permeated services, particularly repetitive and mechanical jobs, such as telephone operators, administrative services and even paralegals, i.e. low-skilled jobs. However, some studies expect jobs that require a little more ability will disappear in the coming years in wholesale, retail, management and even some nursing jobs, to name a few. Moreover, thanks to AI, it is possible to automate tasks performed by "white collar" employees, such as trading and banking. In the long term, it is a worrying trend given that, for example, more than 80% of employees in the US belong to these sectors.
New technological development has also created jobs, especially in the information and computer sectors which are higher skilled and therefore command higher salaries. Most of these require higher knowledge of digital technologies. The issue is that many of these jobs are susceptible to falling into "unconventional forms" of labour relations, such as outsourcing and uberisation. Ultimately it means degrading working conditions by lacking social protection, passing on specific costs to workers or being prone to downward wage spirals. A 2022 ILO article considers much of this work to be an extension of informality.
For developing countries in Latin America, Asia and Africa, automation will likely destroy formal jobs, which could increase the existing problem of informality in the region mentioned in previous notes. Additionally, it may lead to greater income inequality, which reflects in the social protests in these countries.
El 10% más rico de la población mundial se lleva actualmente el 52% de la renta mundial, mientras que la mitad más pobre obtiene el 6,5% de la misma informó este martes la subdirectora general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la Comisión de Desarrollo Social de las Naciones Unidas.
Manuela Tomei explicó que ocho años después de su adopción, la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible está siendo puesta a prueba por la pandemia COVID-19, el cambio climático, la guerra en Ucrania y las transiciones demográfica y digital.
“La pandemia mató a más de 6,8 millones de personas, sumió a millones en la pobreza extrema y el hambre, y destruyó empresas y puestos de trabajo. Muchos países aún se están recuperando de ella, mientras el mundo se enfrenta a otras crisis”, declaró.
Por ello, señaló que crecieron las desigualdades en materia de ingresos, empleo y derechos y que también se intensificó la discriminación y hostilidad hacia las mujeres, los migrantes y los refugiados.
“La participación de las mujeres en los ingresos totales procedentes del trabajo es inferior al 35%, lo que supone sólo un aumento del 5% respecto a 1990”, destacó. Al mismo tiempo señaló que “214 millones de trabajadores viven en la pobreza extrema -con menos de 1,90 dólares al día- y que el número de trabajadores pobres está aumentando en los países en desarrollo”.
Amplia disparidad en el mercado laboral
Seguidamente, Tomei destacó la desigualdad entre los mercados laborales mundiales, tanto en oportunidades como en resultados, y dijo que persisten grandes brechas de género en el empleo, el desempleo, la remuneración y las pensiones.
“Unos 290 millones de jóvenes en todo el mundo no reciben educación, empleo o formación, mientras que 2000 millones de personas trabajan en la economía informal”, alertó.
Del mismo modo, señalo que a causa de la pandemia de COVID-19, la inestabilidad de los empleos y los ingresos, las condiciones de trabajo insalubres e inseguras y la falta de protección social provocaron un impacto desproporcionado en estos trabajadores, que vieron cómo sus ingresos se reducían en un 60% en 2020.
La inflación agudizó la inseguridad alimentaria
A continuación, subrayó que la subida de los precios del trigo y el petróleo en otoño de 2021, acentuada por la guerra en Ucrania, sirvió para agravar la inseguridad alimentaria y que continúa erosionando el poder adquisitivo de los trabajadores, especialmente de los que se encuentran en la parte inferior de la distribución de ingresos, alimentando disturbios sociales y huelgas.
“La pandemia confirmó que los altos niveles de desigualdad debilitan la capacidad de resistencia de las personas y las empresas frente a las crisis”, afirmó.
Finalmente describió la desigualdad “como un fenómeno multidimensional, específico de cada país y de cada época” y añadió que “ninguna actuación política individual ni ningún actor aislado conseguirán resolver el problema, sino que será necesaria una combinación de todos ellos”.
La automatización es la eliminación total o parcial de la intervención humana en la ejecución de un trabajo. Las primeras formas tuvieron lugar en las revoluciones industriales anteriores, la automatización 1.0, con el nacimiento de la industria (máquinas de vapor 1760) y mucho más tarde la automatización 2.0, la cadena de montaje (Fordismo 1910). Hoy es posible hablar de automatización electrónica 3.0 gracias al desarrollo tecnológico de las economías, especialmente las maduras (Computadoras 1970). Las innovaciones han aportado beneficios como el crecimiento de la rentabilidad y la productividad de las empresas. Sin embargo, la introducción de nuevas tecnologías va acompañada de trastornos esenciales en el mercado laboral. Algunos estudios proyectan que la nueva ola de desarrollo tecnológico acabará desplazando a muchos trabajadores de la vida productiva. Aunque aún se desconocen los efectos sobre la economía y la sociedad, estas tendencias pueden generar desigualdades más importantes en el mercado laboral.
Las primeras formas de la nueva automatización 4.0 se hicieron visibles con la robótica industrial de la década de los ochenta del siglo XX, en la industria automotriz en Estados Unidos y Japón. Algunas empresas como General Motors invirtieron grandes montos de capital para automatizar sus actividades, pero no eran rentables por el alto costo y la poca eficiencia de la tecnología en comparación con la mano de obra. Desde entonces, las funciones que puede realizar un robot industrial han mejorado notablemente y, según McKinsey & Company, su costo se ha reducido a la mitad desde 1990. Esto ha hecho posible que en la segunda década del siglo XXI la instalación de robots industriales se triplicara y llegara a industrias que eran intensivas en mano de obra, como la textil, además de que ha pasado de ser un proceso observado en las grandes empresas a estar disponible para pequeñas y medianas.
Los países que lideran la automatización industrial son los países desarrollados puesto que tienen más recursos y un ambiente económico propicio para el desarrollo tecnológico, pero también porque son los países con los salarios más altos del mundo, y en el marco de un mercado globalizado, estimulan la robotización como forma de reducción de costos. Los países en vías de desarrollo como los de América Latina no tienen grandes estímulos para sustituir mano de obra por capital, ni siquiera en México, el país más robotizado de la región, como se ve en gráfico. Esto ha hecho que las industrias comiencen al desplazar trabajadores: en promedio, el empleo en la industria ha decrecido 0.5% anual desde 2008 en los países de la OCDE y ha aumentado la productividad del trabajo.
La robótica industrial no es la única forma de automatizar el trabajo. El nuevo desarrollo tecnológico ha conseguido conjugar la automatización con la inteligencia artificial (IA) y la digitalización. La digitalización se refiere al uso de las tecnologías para convertir datos y procesos a un formato digital, y la IA es el desarrollo de algoritmos que permiten que una computadora pueda “aprender y adaptarse” a su entorno. Estas tecnologías combinadas permiten un nivel de automatización aun mayor al ser capaz de realizar actividades fuera del ámbito industrial.
En las dos primeras décadas del siglo XXI la automatización ha permeado en los servicios, sobre todo en aquellos empleos repetitivos y mecánicos, como los operadores telefónicos, servicios administrativos e incluso asistentes legales, es decir, trabajos de baja calificación. Sin embargo, algunos estudios esperan que en los próximos años comiencen a desaparecer trabajos que requieren un poco más de calificación en el comercio al mayoreo, menudeo, la gerencia e incluso en algunas tareas de enfermería, por mencionar algunos. Más aun, gracias a la IA es posible llegar a automatizar tareas realizadas por empleados de “cuello blanco” como el trading y la banca. A largo plazo esta tendencia podría ser preocupante ya que, por ejemplo, más del 80% de los empleados en EE. UU. pertenecen a estas ramas.
El nuevo desarrollo tecnológico también ha creado empleos, sobre todo en los sectores de la información y la informática que son de mayor calificación y por tanto tienen salarios más altos. La mayoría de éstos requiere de un mayor conocimiento en las tecnologías digitales. La cuestión es que muchos de estos empleos son susceptibles a caer en las “formas no convencionales” de las relaciones laborales, como el outsourcing y la uberización, que significan, en última instancia, una degradación de las condiciones de trabajo al no contar con protección social, el traspaso de ciertos costos a los trabajadores o estar propenso a espirales descendentes de salarios. Un artículo de 2022 de la OIT considera que gran parte de este tipo de trabajos son una extensión de la informalidad.
Para países en vías de desarrollo como en América Latina, el futuro es que la automatización tienda a destruir empleos formales, lo que podría acrecentar el problema existente de informalidad en la región mencionado en notas anteriores. Además, puede provocar una mayor desigualdad del ingreso que es parte de las protestas sociales de estos países.
El Panorama Laboral 2017 de América Latina y el Caribe contiene una síntesis de la evolución económica de los países de la región en 2017 y un análisis de los impactos registrados en los mercados de trabajo este año, así como los esperados para el año 2018. Además, este año el Tema Especial analiza la evolución de los salarios en la región en el período 2005 a 2015.
En comparación con el año 2016, en el cual el panorama laboral empeoró en prácticamente todos los indicadores, 2017 ha sido un año de desempeños mixtos, de claros y oscuros, con algunas señales de mejoría y otras de deterioro en los promedios regionales y subregionales, además de la gran heterogeneidad de los desempeños en los ámbitos nacionales y subregionales.
El panorama laboral de América Latina y el Caribe presentó desempeños mixtos en 2017, con algunas señales de mejoría pero en un cuadro todavía caracterizado por el marcado deterioro causado por la combinación de desaceleración económica de 2011 a 2015 y contracción en 2016 (-0,9). En 2017 la región ha retomado una senda de crecimiento, aunque moderado (1,2%). Sin embargo, la recuperación del crecimiento normalmente actúa con rezago en el mercado laboral, sobre todo cuando la tasa de crecimiento es baja. Por esta razón, a pesar de la recuperación económica, la tasa de desocupación regional aumentó por tercer año consecutivo de 7,9% en 2016 a 8,4% al concluir 2017. En términos absolutos esta tasa equivale a unos 26,4 millones de desocupados en la región, dos millones más que en 2016.