El silencio tras el Brexit
Los medios de comunicación norteamericanos han dado al voto británico contra la permanencia en la UE una cobertura cual si se tratara de populismo “trumpista”, un inarticulado sufragio derechista nacido de la ignorancia de quienes han sido dejados atrás por la política neoliberal de crecimiento económico. Lo que queda fuera de esa narrativa es que hay una buena razón para oponerse a la pertenencia a la UE. La capta bien la consigna de Nigel Farage: “Recuperemos el control”.
La cuestión es: ¿a quién hay que arrebatarle el control para recuperarlo? No sólo a los “burócratas”, sino también a las normas pro-bancos y anti-trabajo incorporadas en los tratados de Lisboa y de Masstricht que configuran la Eurozona.
El problema real no es sólo que los burócratas hagan las leyes, sino la clase de leyes que hacen: austeridad pro-banca y anti-trabajo. A los gobiernos nacionales se les ha arrebatado la política fiscal y de gasto público para dejarla en manos de las entidades bancarias. Lo que solía ser la izquierda socialista se ha mantenido en silencio ante el hecho de que hay muy buenas razones para que la gente diga que este no es el tipo de Europa de la que quieren formar parte. Se está convirtiendo en zona yerma. Y no puede ser “democratizada”, a menos que se cambien los tratados de Lisboa y de Maastricht en los que se funda y a menos que se elimine la oposición de Alemania a un gasto público que sería la única posibilidad de recuperación para España, Italia, Portugal o Grecia.