La trayectoria de los mercados financieros durante el 2012 no fue favorable y, al igual que el año anterior, primó la incertidumbre respecto a la evolución de la crisis de deuda soberana en la eurozona, dentro de la cual se caracterizaron tres elementos a lo largo del 2012: la crisis de las finanzas públicas, la fragilidad de los sistemas bancarios domésticos y la aplicación de programas de rescates con una alta dosis de austeridad.
Aunado a la crisis de la eurozona, el desempeño de la economía estadounidense continuó con un ritmo de crecimiento bajo y con fuertes presiones fiscales y de deuda.
Para atenuar los problemas, disminuir los riesgos e imprimir confianza a los inversionistas, las autoridades monetarias de las naciones industrializadas continuaron con sus políticas expansivas, pero el impacto de estas no fue suficiente para reanimar el crédito, la producción y el consumo, y una vez más el año culminó con sombrías perspectivas para superar la crisis.