La Covid-19 ha provocado una crisis humanitaria de proporciones devastadoras y un desastre económico sin parangón. Vivimos una preocupante incertidumbre, porque se desconoce cuánto durarán la clausura de actividades, la ausencia de ingresos, el desempleo y también cuándo se descubrirá una vacuna o medicamento eficaz.
Todos sufren la incertidumbre: aquellos que cuentan con patrimonio, pero mucho más los que se han quedado sin ingresos. La dolorosa experiencia de coronavirus debe ser una lección, y no sólo en el ámbito de la salud, sino también para modificar el injusto e irracional sistema económico y social existente.
El coronavirus desafía a la clase política que achicó el Estado con recortes sociales radicales que han afectado gravemente la vida de las personas. La crisis ofrece condiciones de posibilidad para los cambios; sin embargo, éstos no serán automáticos, sino que dependerán de la voluntad y la lucha de los hombres y las mujeres afectados durante décadas por la desprotección del Estado subsidiario. Si no rectificamos, se avecinarán no sólo nuevos peligros sanitarios sino además sociales.