A medida que el mundo se recupera del Brexit, esto está llevando a que economistas y políticos a evaluar la fragilidad política de la forma actual de la globalización. La revuelta popular que parece estar en marcha es tomar diversas formas: la reafirmación de las identidades locales y nacionales, la demanda de un mayor control democrático y la rendición de cuentas, rechazo a los partidos políticos de centro, y la desconfianza de las élites y expertos. Esta reacción era previsible.
Si bien, la globalización acentúa las divisiones de clase entre los que tienen las habilidades y recursos para aprovechar los mercados globales y los que no lo hacen, en contraste con las divisiones de identidad basadas en la raza, etnia o religión, esto ha fortalecido tradicionalmente la izquierda política. Así que ¿por qué la izquierda sido incapaz de montar un desafío político importante a la globalización?
Una respuesta es que la inmigración ha eclipsado los “choques” de la globalización. Los flujos masivos de migrantes y refugiados de los países pobres de muy diferentes tradiciones culturales agrava las divisiones de identidad que los políticos de extrema derecha están excepcionalmente aprovechando.
En América Latina existe un contraste revelador. Estos países experimentaron la globalización sobre todo como el comercio y la inversión extranjera, en lugar de como una descarga de inmigración. La globalización se convirtió en sinónimo de las denominadas políticas del Consenso de Washington y la apertura financiera. Pero la experiencia en América Latina y el sur de Europa revela tal vez una mayor debilidad de la izquierda: la ausencia de un programa claro para remodelar el capitalismo y la globalización para el siglo XXI. La izquierda no ha logrado llegar a ideas que son económicamente viables y políticamente populares, más allá de las políticas de mejoramiento, tales como transferencias de ingresos.
Los economistas y tecnócratas de la izquierda tienen en gran parte la culpa. En vez de contribuir a un programa de políticas de mejoramiento, abdicaron con demasiada facilidad al fundamentalismo de mercado. Peor aún, ellos llevaron el movimiento hiper-globalización en los momentos cruciales.
La buena noticia es que el vacío intelectual de la izquierda se está llenando, y ya no hay ninguna razón para creer en la tiranía de "no hay alternativas." Los políticos de la izquierda tienen cada vez menos razón para no recurrir a la "respetable" academia. En ausencia de una respuesta tal vez más, el campo deberá dejarse abierta para que los populistas y los grupos de extrema derecha, que dirigirán el mundo - como siempre - a la división más profunda y de mayor conflicto.