Han pasado veinte años desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre México, Canadá y Estados Unidos. Para el caso mexicano, la promesa consistió en que el acuerdo impulsaría el crecimiento y el desarrollo del país. A la fecha esto no ha sucedido.
De hecho, México ocupa el lugar 18 de 20 países en cuanto al crecimiento del PIB real per cápita. Lo que hay en contraste, es un aumento importante de la pobreza fundamentalmente a partir de la crisis de 2007/2008. Visto en retrospectiva, la pobreza se encuentra prácticamente al mismo nivel de 1994.
Adicionalmente, México no ha logrado diversificar su comercio exterior, por el contrario, la dependencia al ciclo económico estadounidense ha sido mayor en relación a los veinte años anteriores. Con la crisis, las remesas han caído al tiempo que la franja migratoria se volvió más rígida a partir de los atentados del 11 de septiembre.
En suma, el salario real se ha estancado y las perspectivas de la economía mexicana pese a haber concretado “reformas estructurales” no parecen apuntar hacia un futuro promisorio. La revisión de los resultados del TLCAN obligan a llevar a cabo una discusión que replantee la inserción de México en la economía mundial.