América Latina es un sitio de grandes oportunidades. Con más de 625 millones de habitantes, 20 millones de kilómetros cuadrados y un rico maná de recursos naturales, la región se ha convertido en un imán de inversiones de todo el mundo, pero principalmente europeas. En los últimos 12 años, los países del Viejo Continente han sido una parte fundamental en la derrama de recursos foráneos que se esparcen desde Tijuana (México) hasta el estrecho de Magallanes (Chile), hasta el punto de convertirse en la primera fuente de inversión extranjera directa latinoamericana y relegar a un segundo plano a Estados Unidos, Canadá y Asia.
Entre 2005 y 2017, las empresas de la Unión Europea lideraron los anuncios de inversiones en Latinoamérica y el Caribe con un 39% del valor total de los nuevos proyectos en la región, dejando en el segundo sitio a las compañías de Estados Unidos y Canadá (con 32%), según un análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Por su parte, aquellos capitales procedentes de Asia y el Pacífico (principalmente China y Japón), concentraron el 16% en el lapso indicado. El cuarto sitio correspondió a las empresas translatinas, con un 9% de las inversiones en la zona; el resto (un 4%) llegó de Oriente Medio y otras economías europeas que no forman parte del bloque comunitario.
El interés de los capitales del Viejo Continente en América Latina y el Caribe no es reciente. Desde principios del siglo XX, Europa tuvo una presencia importante en el sector primario y en diversas áreas de infraestructura, como los ferrocarriles. Después, los recursos europeos se concentraron en los sectores manufactureros, como el automotor, la alimentación y las bebidas, así como en la industria química, que fueron a parar a las mayores economías: Brasil, México y Argentina, con cerca del 75% del acervo total de Inversión Extranjera Directa (IED) europea en la región, de acuerdo con la Cepal.
Durante la década de los noventa, muchas empresas europeas ingresaron en mercados abiertos por las reformas estructurales, a través de los procesos de privatización, explica Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal. Más recientemente, en los años posteriores a la crisis financiera de 2008, las economías de América Latina y el Caribe lograron sostener ritmos de crecimiento elevados mientras que muchos países estaban en recesión, y así las transnacionales europeas sostuvieron niveles de rentabilidad positivos en sus filiales latinoamericanas, agrega la responsable del organismo perteneciente a la ONU.
“Europa ha tenido éxito porque ha sabido explotar sus lazos históricos y culturales en la zona y eso le ha permitido ganar terreno en América Latina”, explica Jaime Granados, especialista en comercio e integración del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero mientras que en décadas pasadas el foco de los capitales europeos estaba puesto en las industrias extractivas (que representaba el 43% del monto de IED en 2005 y que cayó al 11% en 2016, para después subir al 14% en 2017), ahora la atención se ha volcado en sectores claves y de “calidad”, según Bárcena, como son las telecomunicaciones, las energías renovables y el automotriz.
Las renovables, a la cabeza
El gran salto lo dieron las energías renovables, que registraron un incremento de la participación en la cartera de inversiones de las empresas europeas en la zona. De 2005 a 2017, su cuota pasó del 3% al 18% del total de la derrama de capitales europeos anunciada en América Latina y el Caribe (con un récord del 34% en 2016), según la Cepal. “La UE es líder en políticas de mitigación del cambio climático y en I+D en energía. Esto puede ser muy importante para los países de la región [Latinoamérica], en la medida en que las firmas europeas transfieran conocimientos, buenas prácticas y capacidades a través de sus inversiones en ese sector”, destaca Bárcena.
Por su parte, la participación de las telecomunicaciones subió del 7% al 16%, en el mismo periodo. Las inversiones se concentraron en Brasil, México, Argentina y Chile, y fueron fruto de los capitales procedentes de España, Italia, Reino Unido y Francia. En tanto, el sector automotor se mantiene con una cuota promedio del 11% del monto total de los proyectos anunciados entre 2005 y 2017. El liderazgo correspondió a las empresas de Alemania, cuyos proyectos representaron el 54% del valor total anunciado para la región en el sector, y fueron acompañadas por firmas de Italia y Francia.
El apetito por Latinoamérica no cesará pronto. “Durante la próxima década, América Latina podría ser una de las regiones más estables, seguras y dinámicas del planeta para las inversiones internacionales, especialmente para las europeas”, estima Carlos Malamud, investigador del Real Instituto Elcano. Esto es valioso en un entorno de crecientes presiones proteccionistas en el mundo. “En un contexto donde la globalización está siendo desafiada y donde Estados Unidos mantiene una posición defensiva, para las empresas europeas las economías latinoamericanas constituyen espacios estratégicos”, subraya Bárcena.
América Latina y el Caribe representan el 11% de todos los activos (stock) de IED de firmas de la UE en el exterior, detrás de Asia (13%) y muy por delante de África (4%). El escenario en Latinoamérica, sin embargo, es de alta competencia, ante el creciente interés de los capitales asiáticos en la zona, comenta Enrique Dussel, coordinador del centro China-México de la Universidad Nacional Autónoma de México. “La relación entre China y América Latina es cada vez más fuerte y [el gigante asiático] hoy no solo busca materias primas (eso fue hace 10 años) sino también quiere oportunidades en el sector servicios”, arguye el experto.
En todo caso, la llegada de mucho más capitales será una oportunidad para que la zona siga la senda del crecimiento. “El avance económico y social de la región en las últimas décadas, así como su actual bono demográfico, su clase media ascendente y su desarrollo humano le permiten posicionarse como una región muy atractiva para las inversiones internacionales y el desarrollo de nuevos negocios”, concluye Bárcena.