La noción de apertura comercial a través del tiempo ha cambiado, de igual modo lo ha hecho la forma de comerciar y la manera en la que los países ven buena o mala una incursión al mercado global. Cualquiera que sea la postura de un país para entrar al mercado global, siempre han existido obstáculos al comercio; el primero es la distancia, misma que parece ya haber sido superada gracias al avance de las tecnologías.
La segunda son las barreras al comercio, mismas que nacieron como protección a los productores locales ante la competencia extranjera. Este tipo de barreras nunca han sido aceptadas por los defensores del libre comercio, por lo que a lo largo de la historia se han hecho intentos para desaparecerlas.
Mediante el aprendizaje empírico se llegó a la conclusión de que la aplicación de este tipo de barreras para proteger a los productores, en ocasiones hacían que las empresas no tuvieran incentivos para innovar, haciéndolas poco competitivas y a la larga obsoletas.
De igual forma se entendió a la liberalización comercial como un camino para acceder a una mayor cantidad de productos, a menores precios y a su vez sirvió como protección para los consumidores, al adoptar mayores estándares internacionales de calidad.
A este viejo régimen Pascal Lamy lo llama “la vieja lógica del comercio” la cual principalmente se basa en eliminar las barreras al comercio y establecer un régimen multilateral no discriminatorio.
La actual lógica del comercio ha dejado de lado el viejo régimen multilateral y se ha encaminado a la integración económica, en especial a grandes acuerdos que bien podemos llamar megaregionales. El TPP es el más claro ejemplo de esto, agrupando a las economías de la cuenca del pacifico con el fin de competir con China, misma que ha mantenido el control de la zona en los últimos años.
Hoy en día, los acuerdos son más profundos e incluyen temas como la inversión o los derechos de propiedad intelectual, estos mismos son más factibles entre los países que tienen preferencias políticas no tan distantes. Si bien, no siempre existe una reciprocidad equivalente para las partes involucradas, es la convergencia y la coordinación la que los hace atractivos.
Estos acuerdos pueden estimular la innovación, y el nacimiento de economías de escala y de igual forma impulsa la adopción de compromisos internos, llevando a cabo reformas económicas con el fin de que las partes converjan.
Levy categoriza otra lógica de comercio, principalmente aplicable para sociedades ricas, las cuales entienden que la liberalización puede someterlos a riesgos de todo tipo, por lo que la aplicación de barreras no arancelarias es una forma de obstaculizar la entrada de bienes o servicios que puedan tirar por la borda su nivel de vida.
Es así que los nuevos tratados como el TTIP ha desatado la controversia en las sociedades europeas ya que según ellos, es un intento de Estados Unidos por derribar sus estándares e ingresar a un mercado que no necesariamente necesita bienes o servicios más baratos, sino que se preocupa por mantener mayores niveles de calidad.