La principal preocupación de la actual crisis mundial es el gran estancamiento de los países altamente industrializados: tanto Estados Unidos, como Europa, los dos principales mercados de China, han venido presentando serios problemas y además de dificultar la recuperación general, complican el desacoplamiento del gigante asiático.
El modelo de desarrollo económico chino presenta serias contradicciones, tales como: protestas masivas, sobreinversión, capacidad ociosa, consumo débil, burbujas financieras, altos precios para las materias primas, precio de los alimentos en aumento, salarios en alza, declive a largo plazo en el excedente de la fuerza de trabajo y masiva destrucción medioambiental.
El país asiático presenta problemas crecientes de sobreacumulación. La sobrecapacidad conducirá inevitablemente a serias presiones deflacionarias, comenzando con los sectores manufactureros y de la vivienda. Eventualmente, probablemente después de 2013, China sufrirá un arduo aterrizaje.
El arbitraje (laboral) global existente detrás de este sistema de extrema explotación es en los hechos un sistema de extracción imperial de la renta que alimenta las ganancias del capital financiero monopolista global. El extraordinario crecimiento chino es, por lo tanto, producto de un sistema global de explotación y acumulación, en el cual los principales beneficiarios son las firmas situadas en el centro de la economía mundial.
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