El creciente endeudamiento soberano se ha visto facilitado por la disposición de los prestamistas comerciales que buscan rendimiento en un mercado inundado de liquidez, sobre todo por los créditos de China y otros prestamistas bilaterales que no forman parte del Club de París.
Entre 2013 y 2016, la deuda de los países pobres con China aumentó más que con el Club de París, el Banco Mundial y todos los bancos regionales de desarrollo juntos.
Dadas las reglas excesivamente rígidas que limitan el acceso de los países de bajos ingresos al financiamiento no concesionario del FMI y el Banco Mundial, el remedio fue recurrir a préstamos comerciales más costosos, con las consecuencias ahora visibles. Los líderes financieros mundiales deben reconcer el papel de los nuevos prestamistas y tomar medidas para que la crisis sea menos probable.