Esta nota pretende contrastar lo que la pandemia COVID-19 ha significado en términos económicos y sociales y el patrón que puede dar para un cambio en las relaciones económicas. La adopción de nuevas tecnologías en el contexto del proteccionismo y las políticas nacionalistas ha cobrado impulso. Las diferentes realidades a las que se enfrentan los países y sectores de bajos y altos ingresos dan lugar a respuestas y consecuencias diferentes. Las nuevas proyecciones en las que todas las economías se contraen, mientras China se expande, serán una fuente de conflicto entre Oriente y Occidente. El hecho de que quede una economía que tire del crecimiento económico mundial indica que las relaciones económicas internacionales se dirigirán hacia el Este.
Como se anticipó (http://www.obela.org/analisis/covid19-el-comienzo-del-efecto-domino) las previsiones de crecimiento de la economía mundial a principios de año eran optimistas. A finales de junio, el crecimiento mundial tiene una proyección anual de -4.9% (FMI) -5.2% (Banco Mundial) y -6% (OCDE). En el peor de los casos, estas dos últimas organizaciones prevén contracciones de -8 y -7.7%, respectivamente. El Fondo Monetario Internacional prevé que los Estados Unidos se contraigan en un -8.0% mientras que China observará un crecimiento del 1.0%. La Zona Euro y América Latina se contraerán en -10.2 y -9.4%, respectivamente. Según el presidente del Banco Mundial, Malpass, el año 2020 es el peor en términos de crecimiento desde la crisis de 1929 y posiblemente desde la larga depresión de 1872.
El impacto en la dinámica de crecimiento ha sido mundial. Sin embargo, la experiencia de la pandemia en las economías emergentes dista mucho de la de las economías avanzadas. La cuestión es por qué los gobiernos con mayor capacidad fiscal y monetaria para aplicar políticas anticíclicas tienen resultados de crecimiento similares. Una hipótesis es que se enfrentan a choques simultáneos de oferta y demanda que anulan los esfuerzos expansionistas de los gobiernos.
La diferencia en la estructura del mercado laboral entre las economías avanzadas y las emergentes es evidente. Las economías desarrolladas tienen mercados de trabajo formales con un margen informal más reducido. Las economías emergentes tienen altos niveles de informalidad que están estrictamente relacionados con mercados legales pequeños y precarios. Los altos niveles de informalidad están estrechamente relacionados con la baja capacidad tributaria de los gobiernos de esos países. Esta situación genera una serie de problemas, como la falta de acceso a la atención médica universal o al seguro de desempleo. Son inexistentes en las economías emergentes que, en las condiciones actuales, resultan ser un factor anticíclico fundamental para contener la pérdida de ingresos derivada de los efectos nocivos de la pandemia.
El patrón de consumo es otro aspecto en el que existen marcadas diferencias, tanto en términos de poder adquisitivo como en la forma en que se realizan las compras. Los sectores de mayores ingresos observan una explosión en el uso de las compras en línea, incluido el supermercado, que permite a los individuos permanecer confinados. El instrumento de pago es la tarjeta de crédito. Los sectores de menores ingresos compran en mercados, que son polos de contagio en el mundo, y pagan en efectivo. Los sectores de altos ingresos viajan en vehículos privado, mientras que la población de bajos ingresos viaja en transporte público, que es ahora otro polo de infección.
Mientras que en las economías avanzadas la aplicación de nuevas tecnologías permite la transición a nuevas formas de consumo, los ingresos de subsistencia son una característica dominante en las economías emergentes. Ante la falta de actividades económicas, la pérdida de ingresos y de empleo, no hay más remedio que buscar ingresos de cualquier manera, con exposición a la pandemia. En cuanto a la producción y los servicios, se ha reforzado la robotización, lo que permite el distanciamiento social. Este cambio tecnológico se produce en mayor medida en las economías avanzadas, pero se producirá más pronto que tarde en los países emergentes, lo que agravará el desempleo oficial.
La pandemia está empezando a generar un retroceso en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODM). Las proyecciones apuntan a un aumento de la pobreza, la desigualdad empeorará y las restricciones al uso de energía de combustibles fósiles disminuirán para fomentar el crecimiento económico a expensas del medio ambiente y el cambio climático. Los retos son generar un renacimiento económico que promueva el empleo, la agricultura sostenible, la reducción de las cadenas de valor mundiales, el aumento del uso de la energía renovable y el descubrimiento de una vacuna y un tratamiento que sean universales y gratuitos.